“Saber liberarse no es nada;
lo arduo es saber ser libre”
André Gide (El inmoralista)
Probablemente una de las palabras más pronunciadas y escritas en los últimos años sea “crisis”.
“Situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o un proceso. Cambio negativo, una situación complicada, difícil e inestable”.
Esta definición ofrece una visión totalmente positivista y práctica.
Es dudoso que alguien que haya vivido una crisis, pueda ponerla en tela de duda.
“¡Dios de estos tiempos,
bastante has reinado ya sobre mi cabeza,
en tu sombría nube!
Por donde mire todo es violencia y angustia,
todo se tambalea y se desmorona.
Como un niño he bajado a menudo los ojos.
Buscando una cueva donde no me alcances.
¡Qué insensatez creer que hay algún sitio!
que se te oculte, a ti, que lo trastornas todo.
Este elocuente poema se titula El espíritu del siglo. Parecería que describe e ilustra nuestros tiempos.
Sin embargo, fue escrito por Hölderlin a finales del siglo XVIII.
Creo que es evidente que el poeta alemán no sólo presenta un argumento personal. Es el diagnóstico de toda una época. La suya.
Y ese desencantamiento, de su propio mundo, ha dibujado y sintetizado el nuestro también.
Las crisis pueden volverse considerablemente peligrosas.
Exigen de nosotros valor y fuerza para resistir el torrente de sentimientos negativos y pensamientos ofuscados que suelen apoderarse de nuestro ser.
La vida nos demanda a no dejarnos arrastrar por lo externo. Nos apremia a refugiarnos en nuestra intimidad.
La intimidad donde habita la serenidad, el vigor y la plenitud.
Hemos debido pasar de la paz y la calma intrauterina, donde los deseos se encontraban totalmente satisfechos, a la construcción de una “intimidad interna”.
Si no sabemos construir esa vida interior, las crisis nos emboscan y nos zambullen, a las profundidades de los abismos propios.
Solo interiorizando respuestas y soluciones a las preguntas que hoy nos apremian, podremos conjurar el peligro y salvarnos.
El destino suele brindarnos oportunidades, algunas veces de manera inesperada, otras de forma consecuente, para replantear de raíz nuestra vida individual y colectiva.
Esto no quita que se haga sin esfuerzo o sin dolor, porque ─ como dice Hölderlin en Hiperión ─ “sólo en el dolor cobramos conciencia de nuestra libertad”.
Atisbar esas ocasiones requiere tener claridad de mente y de espíritu. Las arenas movedizas de la duda y la soberbia pueden presentarse disfrazadas de muchas formas.
Satán suele embelesarse y engalanarse con los disfraces más disímiles y contradictorios.
Y siguiendo con esa tesis… ¿no será que las crisis vienen disfrazadas de oportunidades de crecimiento para enfrentarnos con nuestro propio ego?
Una crisis… ¿nos puede llevar a reinventarnos y a repensarnos?
Si no nos arriesgamos… si no nos lanzamos al vacío existencial en algún momento de nuestra vida… simplemente nos perderemos a nosotros mismos.
El Nobel de Literatura francés, Albert Camus reflexiona y argumenta en una de sus principales obras, “El hombre rebelde” lo siguiente:
“La salvación del hombre no se hace en Dios, debe hacerse en la tierra. Puesto que el mundo carece de dirección, el hombre a partir del momento en que lo acepta, debe imprimirle una, que desemboque en una humanidad superior”.
Me parece interesante la reflexión siguiente sobre un artículo de Fernando Negueruela.
La palabra “crisis” en chino se forma por dos caracteres ─ wei ji, 危机─ que quieren decir “situación peligrosa, momento crítico”.
Escrito individualmente ji quiere decir “invención” o “cambio súbito”. Sin anteponer el otro carácter ─ wei ─ se podría generar una expectativa distinta.
Mas si se complementa ji con otro carácter, se forma ji hui 机会, entonces si se puede decir que la traducción es “oportunidad”.
Pudiésemos concluir de este austero y sencillo análisis que una crisis, es una crisis.
Salvo que… nos adentremos en nuestra propia conciencia y profundicemos en algo más.
Al principio, será difícil comprender los designios de porque una crisis azota nuestro ser.
Parte del proceso es rendirse y empezar a fluir.
Es imprescindible asumir, con paciencia y apertura, que siempre existen principios negativos y positivos.
Que uno no existe sin el otro. Y lo negativo, no necesariamente es algo malo.
Es simplemente lo contrario al principio positivo. La polaridad opuesta. Solo se cumple el “Principio de Polaridad”.
La confrontación ante nuestro Satán – como se ha comentado en este espacio -, de nuestras crisis existenciales, o crisis planetarias… es para fortalecernos ante la adversidad.
Rebelarnos ante las crisis solo postergará recibir el regalo que es el crecimiento espiritual y la liberación interior.
Todos queremos vivir una vida sin adversidad y sin problemas. Más no podemos impedir el constante vaivén del Universo.
Todo fluye y refluye. Todo asciende y desciende. La oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas.
Es el “Principio del Ritmo”.
Evitaremos el proceso cíclico de la rueda del Samsara, cuando tomemos conciencia de ella y del poder de nuestra propia voluntad.
Cuando logremos hacer “alquimia en el plano mental” y transmutemos la crisis en beneficio personal.
Cuando con humildad, saquemos el coraje y la valentía para sobreponernos a los obstáculos, nuestro proceso nos llevará a convertirnos en la persona que fuimos designados a ser.
Y entonces, hasta el agradecimiento se apoderará de nuestra alma.
Y nos arrodillaremos a decir “Gracias” por la crisis vivida… ya que nos ha hecho ascender y crecer.
Hölderlin, sintetiza estas reflexiones, con esta frase que me encanta, y la cuál me parece maravillosa como colofón:
“Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva”.