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sábado, noviembre 23, 2024

Adiós al PRI

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“El PRI se hunde poco a poco”. 

(Música de mariachis. Mejor, música de mitin priista. ¿La boa?)  

Esa frase que parece un lugar común, por lo menos, es un lugar común desde hace más de treinta años. 

A cada acción, a cada gesto, a cada discurso o a cada declaración, se cantaba esa frase. 

El PRI que llegó temprano a la historia, disfrazado o envuelto en el ropaje de partido de Estado, se despide con lentitud del país. 

Muchas cosas que existen en el país se explican a través del PRI. 

La corrupción, el dedazo, el ratón loco, el carrusel, el relleno de urnas, el nacionalismo revolucionario y el neoliberalismo, etc. 

El PRI se volvió más que un partido político, una coartada metafísica para explicarlo todo.  

El PRI se volvió el símbolo de lo ominoso, el lado oscuro de la historia y todo lo demás. 

Sus últimos gobernadores fueron dignos de una historia ensimismada y negra.  

Y ahora que deje de existir el PRI, ¿quién será ese oscuro precipicio al que la historia hará responsable de los rezagos de México?  

** 

Así como en la película Adiós a Lenin, la nostalgia de una exmilitante comunista tiene que ser construida porque ha caído el muro de Berlín, y por supuesto ha desaparecido el Partido Comunista, así en este México postpriista, habría que releer a Carlos Monsiváis y a Jorge Ibargüengoitia, en un nuevo horizonte. 

La convicción de que la desaparición del PRI sólo es una manera de recuperar la frase de Marx, siempre citada, que la historia primero se presenta como tragedia, y cuando se repite, se presenta como farsa.   

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Apenas el domingo, la exgobernadora Dulce María Sauri Riancho le exigió a los priistas que hagan un mea culpa sobre los hechos priistas más recientes.  

Un perdón que se esperaba en el año 2 mil cuando el PRI perdió la presidencia de la república.  

O que se esperaba en alguno de los años de la primera década del siglo actual. 

Pero como en las novelas del siglo XIX ese perdón jamás apareció. 

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Los priistas se dispersaron por distintos espacios.  

En el PRI, el partido político, ya quedan pocos priistas.  

Es como una unidad habitacional abandonada.  

Que vivió sus años de gloria. 

Y hoy es un cascarón. 

Hoy observamos a los priistas, neopriistas o postpriistas dispersos en distintas instituciones. 

La borrachera priista de poder y su último coletazo fue el neoliberalismo, la negociación de los votos y todos los bonos para generar mayorías constitucionales en las cámaras  

Hoy los priistas, lo mismo son funcionarios de los gobiernos de Morena, que son los políticos que llevan la voz cantante en ese partido, aparecen junto al presidente, lo elogian y él escucha ese canto épico de halagos.  

Lo mismo son hoy comunicadores que advierten de los “peligros del populismo”, que conspicuos consejeros de los gobiernos de izquierda.  

El slogan manido de que Morena es como el nuevo PRI o como el viejo PRI puede traducirse en una fórmula más elaborada: los priistas emigraron a otros partidos políticos a otros espacios políticos y fueron recibidos porque gobiernos y partidos se compraron la idea “priista” de que “los priistas sí sabe cómo hacerlo”.  

El que pierde con la desaparición del PRI es el discurso presidencial. 

(Buena parte, del discurso presidencial se ha fundado en el señalamiento del otro partidista. Ese otro portador del mal.) 

Pero aún sin el PRI se podrá invocar al PRI como portador de los males del país. 

Se dirá que el gen priista permanece. 

Que el priismo se ha mimetizado, etc. 

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El PRI ha sido responsable de mucho lo que ha sucedido en el país. 

El PRI ha cargado con la responsabilidad de hundirse cuando podía responder de otra manera. 

Vamos, ya sabemos que no sucedió eso. 

Que tuvo sus gobernadores preciosos y que perdió, una a una, la oportunidad para ser un partido político más allá del acarreo, separado de la sociedad, sin una élite tecnocrática y corrupta.  

(Que hay priistas, muchas y muchos de ellos, que siguieron y siguen militando en su partido, dando batallas y sobreviviendo, más en la nostalgia que en la capacidad de determinar el rumbo de su partido, pues sí, existen. Que con el PRI surgieron muchas instituciones de la vida pública y de la seguridad social. También, mismas que los gobiernos priistas neoliberales extinguieron, y malbarataron). 

El dominio de una sola fuerza política en el país y la hegemonía de un solo grupo político le hará daño al país.  

Lo más terrible que le puede suceder al país es que todo converja en un bloque monolítico, en unos cuantos liderazgos, que automaticen la toma de decisiones, y agoten los procesos de decisión y los procesos participativos. 

Habrá que encontrar nuevas metáforas para explicar el país, para comprender lo qué sucede en los espacios de toma de decisión, para comprender que los partidos políticos han dejado de ser preponderantes en el espacio político, y que las nuevas élites son combinaciones híbridas que sostienen al poder con discursos antisistema y que enaltecen al pueblo.  

Mientras tanto, con PRI o sin PRI, continúan las desapariciones, los feminicidios, los asesinatos contra periodistas, y un largo etcétera de la necropolítica para el cual ni las matracas ni el confeti tienen sentido.   

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