En 1999 escuchamos con gran preocupación como si fueran ecos de desastre, cómo poblaciones casi completas como Patla, Chicahuaxtla y otras las había arrasado el caudal de agua que se había acumulado en la presa de Necaxa. La versión fue que abrir los diques de la icónica presa evitaría una tragedia mayor. Aunado a ese caso que algunos lo pueden ver como aislado, las lluvias continuas de 3 días fueron formando verdaderos caudales incontrolables para el ser humano. De repente los vecinos vieron perder sus pertenencias que por años y con el sudor de su frente habían logrado reunir. Con enorme tristeza y con lágrimas en los ojos vieron cómo el río se llevaba toda clase de muebles, desde sillas, refrigeradores, etc. La reconstrucción tardó años. Del otro lado del río les construyeron casas, hablando de la localidad de Patla. Pronto las familias de ellos y ellos mismos regresaron a su lugar de origen. La desgracia les volvió. No con aquella magnitud. Porque ahora JERRY dispersó toda su fuerza y afectó a muchas comunidades de distintos municipios.
Huauchinango y Xicotepec, con mínimas afectaciones de ese entonces, fueron los más afectados esta ocasión. Se sumaron Tlacuilotepec, Pantepec, Tlaxco y casi toda la Sierra Norte. Todas las afectaciones han sido tan sentidas, así fueren urbanas o rurales. En estas últimas, la gente casi llora cuando evoca el gran esfuerzo que les costó gestionar primero y después la construcción de puentes, algunos que cuando los recorrían parecían fuertes como enormes diques difíciles de derribar. Los caudales de agua no tienen parangón ni tampoco tienen imposibles. Una diminuta gota, al paso de los años, es capaz de horadar una sólida roca. Millones de gotas y con fuerza descomunal derribaron no solo puentes, casas, carreteras, afectando a propios y extraños. A vecinos y visitantes. A niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Los drenajes que casi siempre se construyen no con una proyección a futuro para soportar los desechos de los humanos, salieron de esos refugios trayendo a la superficie no solo excremento, sino toda clase de contaminantes. Huauchinango fue testigo de lo que aquí se escribe. La carretera federal México-Tuxpan y la autopista con el mismo nombre, cerradas; accesos a cuentagotas que están salvando a quienes tienen la necesidad de viajar.
Lo peor está por venir, es lo que brota de los serranos. Reconstruir casas, puentes, reponer lo perdido es algo que desafortunadamente va a suceder al paso de los años. Lo inmediato es llamar a la solidaridad para que la sociedad menos afectada haga llegar la ayuda a los damnificados. Resolver lo prioritario. Hay lugares completamente aislados como Tlacuilotepec que no tienen para dónde salir y los víveres les alcanzarán para unos cuantos días. Otros pobladores viven casi en la montaña que en otros tiempos causaba envidia vivir en sus paradisíacos lugares. La desolación, la tristeza y la muerte de algunos lugareños no se puede soslayar. El gobernador y los equipos de ayuda andan en la zona; la sociedad civil, siempre con su carácter de solidaridad y ayuda, participa para tener una Sierra Norte viva y fuerte.
El comandante ORESTE que ha vivido toda clase de desastres naturales, llega puntual a esta cita exprés.
LA VUELTA NO SE PREVIO NO DEJO LA EXPERIENCIA
La culpa la tiene DIOS
eso todos lo dijeron
más lo que no predijeron
que uno más uno son dos
yo le preguntaría a vos
con que calidad lo hicieron
que no aguanto la presión
sí diezmo la calidad
obra que en la actualidad
no se previó tal cuestión.
Dos fenómenos actuaron
Liberando tal caudal
el río quedo cual canal
los puentes fueron cartón
tú aferrado a tu cantón
regresaste a su rivera
o fincaste en la ladera
solo confiando tu DIOS
que tu esfuerzo dijo adiós
experiencia lastimera…