De la serie de Denise Maerker sobre el fin del PRI no puedo dejar de rescatar una luminosa reflexión de Beatriz Paredes Rángel, exgobernadora de Tlaxcala y expresidenta nacional del Partidazo.
Con su voz pausada, enérgica, bien conectada a la zona del lenguaje del cerebro (el área de broca, por ejemplo), Paredes habló de las dos dimensiones de politicos que hay.
La cito textualmente:
“Los políticos que entienden la dimensión histórica de su responsabilidad y los políticos que sólo entienden la dimensión política de su responsabilidad.
“Los primeros, construyen de otra manera.
“Tienen que pensar desde el principio cómo ir construyendo las opciones de su sucesión
“Y es que éstas se construyen”.
Cierto.
Hay políticos que se quedan en el ejercicio de sólo entender la dimensión política de su responsabilidad.
Y todo lo reducen a eso: la cuestión política.
Y en ese concepto se distraen de las cosas realmente importantes.
Peña Nieto, por ejemplo, vivió su sexenio como si éste sólo tuviera seis años.
Salinas, en cambio, vislumbró un escenario de dieciocho años.
No logró cuajarlo porque tuvo un annus horribilis: 1994.
En ese año le mataron a un candidato (el suyo), a un secretario general del PRI que iba a convertirse en el líder de la Cámara Baja (su excuñado) y a un obispo (el de Guadalajara).
Además de que una guerrilla (la zapatista) lo rebasó por la izquierda.
La economía mexicana estaba en su mejor momento antes de eso, pero todo se descompuso el primero de enero en San Cristobal de las Casas.
Justo cuando estaba naciendo el Tratado de Libre Comercio.
Salinas entendió la dimensión histórica de su responsabilidad, y, en consecuencia, empezó a pensar desde el principio (de su administración) cómo ir construyendo las opciones de su sucesión.
Su abanico era amplio en el origen.
Pero éste se fue depurando hasta llegar a Luis Donaldo Colosio.
De hecho, dos de sus cercanos llegaron a la final: Colosio y Manuel Camacho.
Éste se fue cayendo porque siempre se sintió más inteligente que todos.
Es un síndrome que mata más que el Sida.
Más que el cáncer o el COVID.
La vanidad es el pecado favorito del diablo.
Los planteamientos de Beatriz Paredes son dignos de una siguiente columna.
Incluso habría que traer esa reflexión al escenario poblano.
Próximamente en esta sala.
Sucesión en el PRI. Ahora que Néstor Camarillo se fue del PRI, la dirigencia estatal quedó trunca.
Los priistas que siguen en su partido han iniciado ya la búsqueda de la dirigencia estatal.
Todos los días surge un nombre.
Uno de ellos es Héctor Laug, quien tiene experiencia en el tema electoral.
Tuve acceso a un artículo de Laug en el que habla de terminar con el abuso que la dirigencia hace de la militancia y de los acuerdos en lo oscurito.
El fin de los intereses personales es otro de los vicios que pretende acabar de llegar a la Presidencia del PRI estatal.
Es cosa de ver los tiempos, porque lo que sobran son los aspirantes.