En días pasados tuve la oportunidad de dar un taller de escritura creativa como parte de las actividades del encuentro estatal y regional del Programa Nacional de Salas de Lectura. En dos días de actividades cada integrante logró escribir tres textos. Decidí, queridos hipócritas lectores, compartir con ustedes el resultado del ejercicio “Mapeo de un personaje” de la autora Diana Zapata Ocaña.
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No todos los días uno se encuentra con un relojero. Estos extraños personajes escasean en el panorama urbano. Hoy en día existen los relojes perecederos y no necesitamos a alguien que los componga. Pero yo sí porque tengo un reloj automático que funciona maravillosamente con la energía cinética de mi cuerpo. Lo aprecio no sólo por esta propiedad sino por la persona amada que me lo regaló. Es un reloj plateado de mica rayada después de casi veinte años de uso con sus manecillas marcando las horas y minutos en números romanos.
Antes el relojero estaba en la plaza frente a la Federal a Atlixco, después le perdí la pista hasta que lo encontré en un local de la colonia cercana a donde vivo. Desde entonces he podido llevarle mi reloj automático cuando se le zafa alguna parte interna. Así pues, el relojero me lo arregla por tan solo $50 cada medio año.
A pesar de que su nuevo local está impregnado del olor a esmog de la avenida, así como del característico ruido de los motores, siempre lo veo muy concentrado con su lupa pegada al ojo revisando los engranajes minúsculos de la máquina. A un costado existe una vitrina con relojes sofisticados, modernos para la venta que seguramente le ayudan a mejorar la economía de su local.
Un día tuve la osadía de pedirle que me arreglara un arete de plata que creía irremediable. Aceptó de inmediato sin descuidar a sus otros clientes a quienes se dirigía con mirada directa y voz cálida para ofrecer el servicio de relojería, dar datos de precios de los relojes de la vitrina o reponer alguna correa nueva para algún cliente.
Un relojero de carácter apacible en una colonia de terrenos ejidales comida por la urbanización de fraccionamientos donde he llegado yo a vivir. Un alivio para aquellos que todavía guardamos, atesoramos y usamos objetos útiles de un pasado no tan lejano que se resiste a desaparecer.
Diana Zapata Ocaña, tiene estudios en Educación y Pedagogía. Ha colaborado en diversas instituciones de Educación Media y Superior como tutora y profesora. Sus intereses personales y profesionales la han llevado a explorar la escritura como medio de indagación y florecimiento interior.