Publicado originalmente por Sheryl Gay Stolberg en The New York Times en Español, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:
El presidente de EE. UU. ofreció declaraciones vehementes sobre el tema y dio consejos de dudosa validez científica sobre las vacunas y el uso de analgésicos durante el embarazo.
Al decidir presentar un informe sobre el autismo en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca —un augusto escenario justo al lado del Despacho Oval—, el presidente Donald Trump envió un mensaje a los estadounidenses: para él, el tema es personal.
“Siempre he tenido sentimientos muy fuertes sobre el autismo”, empezó Trump el lunes, y dijo que llevaba 20 años esperando un acontecimiento así. Más tarde, Trump proclamó: “He detenido siete guerras diferentes. He salvado millones de vidas. He hecho muchas cosas. Esto será tan importante como cualquier otra cosa que haya hecho”.
De forma intermitente durante una hora, con su secretario de salud, Robert F. Kennedy Jr., y otros altos funcionarios sanitarios a su lado, Trump pronunció comentarios vehementes —aunque científicamente dudosos— sobre el aumento del autismo, y lo calificó de “uno de los acontecimientos de salud pública más alarmantes de la historia”.
Soltó consejos médicos erróneos sobre las vacunas y dio instrucciones a las mujeres embarazadas para que no tomaran el analgésico y antipirético paracetamol, o acetaminofén, ingrediente activo del Tylenol, que dijo puede causar autismo en los bebés. Recomendó a los padres que espaciaran las vacunaciones de sus bebés, lo cual contradice el calendario actual de inmunización. Reconoció que iba más lejos que Kennedy y Marty Makary, comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés), cuyas observaciones, cuidadosamente calibradas, llevaron al presidente a reconocer que no tenía todos los datos.
“Estamos haciendo estas declaraciones, y las hago abiertamente, y las hago en voz alta, y las hago con firmeza: no tomen Tylenol, no lo tomen, simplemente no lo tomen a menos que sea absolutamente necesario, y no hay demasiados casos en los que ese sea el caso”, dijo Trump.
“Y de nuevo, ¿qué es lo peor? Lo peor es que no ocurra nada”, dijo, aunque las fiebres durante el embarazo pueden ser peligrosas tanto para la madre como para el feto.
El interés de Trump por el autismo se remonta al menos a diciembre de 2007, cuando recibió en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, a dirigentes del grupo de defensa Autism Speaks. Teorizó entonces que los bebés recibían demasiadas vacunas a la vez; unos meses después, dijo que él y su esposa, Melania, habían ralentizado el calendario de vacunas para su hijo Barron, que entonces tenía unos 2 años.
“Lo que hemos hecho con Barron ha sido un proceso muy lento”, dijo entonces Trump. “Recibe una vacuna cada vez, luego esperamos unos meses y le ponemos otra, a la antigua”.
El futuro presidente era entonces presentador del reality show de la NBC El Aprendiz. El antiguo presidente de la cadena, Bob Wright, y su esposa, Suzanne, abuelos de un niño con autismo, habían fundado Autism Speaks dos años antes y pidieron a Trump que organizara una recaudación de fondos —un concierto en el que actuó el cantante Lionel Richie— a beneficio del grupo en marzo de 2008.
Aunque aún no se había retractado el artículo de la revista médica de 1998 que dio inicio a las especulaciones sobre el autismo causado por las vacunas, David Mandell, especialista en autismo de la Universidad de Pensilvania, dijo que en aquel momento había pruebas científicas más que suficientes para refutar el supuesto vínculo con las vacunas.
En referencia a Andrew Wakefield, médico británico y autor principal del estudio de 1998, Mandell dijo: “Con respecto a Wakefield, en cuatro años quedó claro que había falsificado sus datos y se publicaron estudios epidemiológicos amplios y buenos que no mostraban ningún vínculo”.
Aun así, muchos padres estaban preocupados, dijo Alison Singer, quien entonces era vicepresidenta ejecutiva de Autism Speaks. Singer, quien dejó Autism Speaks en 2009 para fundar su propia organización, la Fundación para la Ciencia del Autismo, dijo que las cuestiones científicas en torno a las vacunas y el autismo estaban resueltas, y que no existía ninguna relación.
Pero recuerda que el presidente lo planteó cuando él y su esposa la saludaron a ella y a los Wright durante el almuerzo en Mar-a-Lago.
“Melania llevaba a Barron en brazos, era un bebé, e incluso en aquel momento, Donald Trump habló de su interés y sus preocupaciones en torno a las vacunas”, dijo, y añadió: “Yo sí creo que se acerca a la cuestión de intentar encontrar la causa del autismo legítimamente”.
Trump puede tener también razones políticas para querer abordar la epidemia de autismo. Es muy consciente de que Kennedy, quien también ha afirmado repetidamente que las vacunas están relacionadas con el autismo, ayudó a que fuera elegido.
“Creo que esto es tanto personal como político” para Trump, dijo Craig Snyder, miembro de un grupo de presión con sede en Washington D. C., quien representó a Autism Speaks en 2007 y ahora representa a la Fundación para la Ciencia del Autismo.
“En el aspecto personal, ha pensado que este era un asunto prioritario durante mucho tiempo”, dijo Snyder. Al referirse al movimiento Make America Healthy Again de Kennedy, añadió: “Y en el aspecto político, creo que piensa que los partidarios de MAHA, los partidarios de Kennedy, son una parte realmente importante de su coalición. Son una razón relevante por la que ganó las elecciones. Así que esto se enmarca en el cumplimiento de una promesa electoral”.
Aproximadamente uno de cada 31 niños estadounidenses de 8 años tiene un diagnóstico de autismo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. En 2007, la cifra era de uno de cada 150.
“Cuando yo era niño, el autismo no era realmente un factor”, dijo entonces Trump al South Florida Sun-Sentinel. “Y ahora, de repente, es una epidemia. Todo el mundo tiene su teoría, y la mía son las inyecciones. Reciben estas inyecciones masivas de una sola vez. Creo que son las vacunas”.
En las casi dos décadas transcurridas desde la recaudación de fondos, Trump ha seguido expresando su preocupación por el autismo y las vacunas. Planteó la cuestión en las redes sociales en 2014 y de nuevo durante un debate presidencial en 2015. “Lo he visto: un niño precioso fue a vacunarse”, dijo Trump. Una semana después, el niño tuvo fiebre y ahora es autista, dijo.
En 2017, poco antes de su investidura, Trump se reunió en Mar-a-Lago con un grupo de defensores del autismo que creen que las vacunas son las responsables.
Trump invocó una historia similar el lunes. Habló, como ha hecho en el pasado, de una mujer anónima que trabajaba para él en la Organización Trump, y quien le dijo que había “perdido” a su hijo después de que lo vacunaran y le diera fiebre alta.
“Lo he perdido, señor, se ha ido”, dijo Trump, al relatar lo que, según él, fueron las palabras de la mujer. “Y entonces vi al niño. Fue todo… Fue muy trágico verlo”.
A muchos padres de niños con autismo les entusiasmó el interés de Trump. Llevan décadas luchando por más fondos federales para la investigación de las causas del autismo y sus posibles tratamientos. Dos madres de niños con autismo aparecieron con Trump el lunes y expresaron su gratitud.
Pero Singer vio una gran ironía en el anuncio del lunes.
“Todos los que estamos en el mundo de la defensa y queremos a las personas con autismo teníamos grandes esperanzas de que el presidente y RFK Jr. hablaran en serio cuando dijeron que querían encontrar las causas del autismo y que querían una ciencia del autismo de primera calidad”, dijo Singer.
“Pero lo que hemos oído hoy no era ciencia de primera”, dijo. “Ni siquiera era ciencia. En lugar de eso, el Presidente Trump habló de lo que piensa y siente sin ofrecer ninguna prueba científica”.