17.2 C
Puebla
miércoles, septiembre 17, 2025

Lo que cae de arriba

Los gusanos caían sobre mi rostro. No. Yo no estaba muerta.

Estaba en el sillón, viendo una película que ya no miraba, la televisión era mi único refugio en el silencioso edificio. De pronto, algo húmedo golpeó mi frente. Pensé en una gotera entonces pasé los dedos sobre mi rostro. No era agua, era algo viscoso. Abrí la mano y los vi retorcerse. Eran gusanos.

El olor ya llevaba semanas sobre el edificio. Primero era tenue, como bolsas de basura olvidadas. Después, se volvió algo similar a carne descompuesta. Llamé al superintendente, pero me dijo que era normal y que seguramente la vecina había dejado desechos afuera. Yo sabía que no.

El edificio entero parecía saberlo, pero nadie hacía nada. Cada uno seguía su rutina diaria y nadie subía al último piso, tampoco tocaban esa puerta.

Yo recordaba a la mujer que vivía allí era amable, siempre cargando bolsas de supermercado. De un día a otro dejó de aparecer, aunque nadie realmente prestó atención a ello. Hasta que la descomposición atravesó el techo y cayó sobre mí.

Esa noche marqué a la policía. Mientras esperaba, recordé el sonido, en ese momento me di cuenta lo que realmente había sucedido. Aquella noche, había escuchado dos disparos.

Cuando llegaron los agentes, el edificio entero se descontroló. Subieron las escaleras con pasos firmes. Golpes contra la puerta y finalmente el estruendo de la cerradura rota.

Los vecinos nos reunimos en el pasillo, con el olor guiándonos. Un oficial salió primero, diciendo lo que nadie se atrevió a decir en voz alta.

En el interior del departamento había dos cuerpos. Una mujer de 29 años, ya en avanzado estado de descomposición junto a un hombre con un arma en la mano. Los reportes posteriores hablaron de un posible homicidio-suicidio.

La prensa local apenas lo mencionó: “Pareja encontrada muerta en apartamento del Bronx. Sospechan violencia doméstica.” Otro caso más.

Para mí no fue una cifra. Fue mi techo, mi hogar, el zumbido de las moscas atravesando la ventilación. Desde entonces no puedo dormir sin vigilar el techo. Cada vez que apago la luz, reviso el techo manchado. Cierro los ojos y escucho otra vez los disparos que nunca quise aceptar.

A veces sueño que sigue goteando. A veces, todavía caen cosas.

Últimas noticias

Más leídas

Más artículos