El 2 de septiembre de 1973 falleció John Ronald Reuel Tolkien, mejor conocido como J.R.R. Tolkien, creador de El Hobbit y El Señor de los Anillos, considerado uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su legado trasciende la literatura: marcó para siempre la cultura popular y la forma de entender la fantasía.
Lo que comenzó como un simple pasatiempo académico —un profesor aburrido de calificar exámenes que garabateó “En un agujero en el suelo vivía un hobbit”— terminó por convertirse en el punto de partida de un universo completo.
El Hobbit, publicado en 1937, nació como un cuento para sus hijos, pero pronto cautivó a miles de lectores que pidieron más. Esa demanda dio paso a su obra maestra, El Señor de los Anillos (1954-1955), trilogía que consolidó un mundo poblado por hobbits, elfos, enanos y hombres enfrentados a la oscuridad del Anillo Único.
Para Tolkien, la fantasía no era mero escapismo: era el resultado de una vida dedicada a las lenguas y la filología. Desde los 13 años inventaba idiomas completos, con gramática, sonidos lógicos y raíces coherentes.
Su pasión era tal, que cada pueblo de la Tierra Media tenía su propio idioma: el quenya y el sindarin de los elfos, el khuzdul de los enanos, el rohirric de Rohan o la lengua negra de Mordor. No eran simples adornos narrativos: eran la base cultural de sus mitologías.
En palabras del propio Tolkien, “la historia parecía escribirse sola, como si esas lenguas exigieran que alguien contara las leyendas de quienes las hablaban”. Así surgió una mitología con cronología, genealogías, mapas, héroes y villanos que parecían tan reales como cualquier civilización histórica.
Además, su estilo riguroso —nacido del amor por las lenguas— demostró que los mundos imaginarios podían ser tan complejos como la propia historia humana.
A 52 años de su fallecimiento, recordamos a Tolkien como el arquitecto de mundos, el profesor que convirtió la filología en magia literaria y que enseñó que la imaginación, cuando se construye con raíces profundas, puede volverse inmortal.
Tolkien no solo escribió historias: creó un universo que sigue vivo en cada lector.
El Señor de los Anillos no solo fue una novela, sino una comunidad cultural que abrió el camino a sagas como Las crónicas de Narnia, Harry Potter, Star Wars y Canción de hielo y fuego.
Frases de Tolkien
- “No todos los que vagan están perdidos.”
- “Incluso la persona más pequeña puede cambiar el curso del futuro.”
- “El valor se encuentra en lugares insospechados.”
- “El mundo está lleno de peligros, y en él hay muchas sombras; pero aún hay cosas hermosas, y aunque en todas partes el amor está mezclado con el dolor, quizá crezca más grande.”
- “El amanecer es siempre una esperanza para el hombre.”
- “El trabajo que nunca se empieza es el que más tarda en terminarse.”
- “La esperanza a menudo nace cuando todo está desesperado.”
- “Muchos que viven merecen morir, y algunos que mueren merecen vivir. ¿Puedes devolverles la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte en juicio.”
- “El mal puede existir sin ser invitado, pero no puede entrar sin una puerta.”
- “Un hombre que huye de sus miedos puede encontrarse con que ha tomado el camino más largo para llegar a ellos.”
- “La fe es el acto de aferrarse a la esperanza cuando todo parece perdido.”
- “El mundo está cambiando y debemos cambiar con él”
- “El odio no se puede vencer con odio; sólo con esperanza y compasión.”
- “La verdadera nobleza está en servir sin esperar recompensa.”
- “Las historias nunca terminan realmente. Simplemente se convierten en otra historia que contar.”