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martes, septiembre 16, 2025

¡México en la sangre!

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Este año, las fiestas patrias de nuestros hermanos migrantes mexicanos en Estados Unidos se anuncian distintas, menos visibles, casi clandestinas. No por falta de amor a la patria, sino porque el miedo y la persecución han ensombrecido lo que debería ser celebración. Las calles que antes se llenaban de música, banderas y colores, hoy se silencian por temor a redadas o por la indiferencia de quienes no comprenden que los trabajadores migrantes no son amenaza: son sostén, son manos que levantan, son conciencias que construyen.

Pero, México no necesita de fuegos artificiales para existir en el alma de sus hijos. México va integrado en la sangre de cada jornalero, en la mente de cada estudiante que cruza fronteras, en el corazón de cada madre que extraña a sus hijos desde la Sierra o la Mixteca Poblana,  Oaxaca o Michoacán. La fiesta puede suspenderse, los desfiles pueden callar, pero el ¡Viva México! no se extingue. Se transforma en “grito”íntimo en cada hogar, en una plegaria  silenciosa en cada patio, en un “grito” de resistencia que viaja de casa en casa hasta resonar en el infinito.

Y ese eco, aunque invisible, es poderoso: recuerda a todos —sobre todo a los egoístas y equivocados que hoy levantan muros, prejuicios y redadas— que la grandeza de Estados Unidos también se edifica con manos mexicanas. Que negar espacios de seguridad y celebración  a los migrantes es negar la verdad evidente de su aporte cotidiano: cocinas, campos, hospitales, obras, comercios, empresas… todo funciona y opera con trabajo mexicano.

No es necesario un zócalo iluminado para recordar quiénes somos. El verdadero orgullo nacional se lleva en el pulso de la sangre, en la inteligencia que sabe que la identidad no se rinde, y en la voluntad de vivir con dignidad aun en tierra ajena.

Por eso, este septiembre no necesitamos multitudes para afirmar lo que somos. Basta una voz, una familia, un patio, una casa, para que el “¡Viva México!” se multiplique y se vuelva eterno. Un “grito” que no depende de permisos ni de escenarios: que nace del alma y viaja hasta el cielo, como un reclamo de justicia y como un canto de esperanza.

Hoy más que nunca, que resuene el “grito” con la certeza de que México vive en cada migrante, y con el desafío moral de despertar la conciencia de quienes cierran los ojos ante esa verdad. Que hoy en la noche, y todos los días, sea un “grito” de solidaridad y nuestro corazón esté con nuestros hermanos y hermanas migrantes.  ¡Ahí donde están, estamos todos los mexicanos!

 

 

 

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