Dicen los profesionales en las ciencias de la conducta que el mayor conflicto de una persona es sustraerse, en mayor o menor grado, a la realidad.
Y esto es precisamente lo que le sucede a Pablo Rodríguez Regordosa quien sufre de algún tipo de nostalgia crónica que le hace pensar que todavía está en sus años dorados, cuando era atendido y agasajado en Casa Puebla.
Pablo, también conocido como Pablura, está cometiendo el mismo error que Alfonso Esparza Ortiz, José Juan Espinosa Torres y Francisco Romero Serrano; está subestimando las repercusiones de un manotazo en la mesa de Casa Aguayo.
El Yunque poblano junto su príncipe y alcalde no se han dado cuenta de que llevan varias semanas abriendo un frente de guerra con el gobernador Barbosa Huerta.
El edil ha tratado de minimizar las declaraciones del Ejecutivo estatal al señalar que “es una especulación y un señalamiento innecesario…” y ahora Pablo Rodríguez Regordosa –hijo preclaro del Yunque y concubino del morenovallismo–, sale a atizar la hoguera.
No fue muy lejos para obtener respuesta. A bocajarro Barbosa respondió: “Que no nos quieran desafiar, no admitimos desafíos”.
El mandatario advirtió que hay información sobre Audi. Es decir, el aviso ya fue enviado.
Corresponde a Rivera Pérez trazar un esquema de reconciliación con el gobierno del estado.
La política, la verdadera política, es en esencia construcción. El alcalde debe aprovechar la oportunidad histórica de un gobernador que le tiende la mano franca. Debe recomponer el tejido que había en los primeros días de su gestión y que por falta de los canales adecuados de comunicación y consenso se ha deteriorado.
Lalo Rivera debe entender una premisa toral, que no es autónomo; que el estado tiene un jefe político y que las decisiones deben ser consultadas, consensadas.
Barbosa es un político de lealtades y aprecios. Es leal, pero también exige lealtad.
El camino a seguir es muy sencillo, pero mientras el alcalde le siga haciendo caso al consejo trinitario que conforman Arrubarrena García, Montiel Solana y Domínguez Sánchez, la situación se irá complicando hasta grados verdaderamente escabrosos.
Ojalá el presidente municipal tenga sentido común y recomponga la relación que tanta falta le hace a Puebla.
En Tehuacán 300 mil pesos de soborno detrás del bestial feminicidio que conmociona a la ciudad
Linda Valdez Hernández era estudiante de enfermería.
La mañana del miércoles 11 de mayo su cuerpo fue encontrado en un bar clandestino ubicado en la calle Josefa Ortiz de Domínguez número 525, entre 7 y 5 Sur de Tehuacán.
La madrugada que ocurrió el crimen los vecinos reportaron al número 911 un fuerte escándalo y gritos. Pero la Policía Municipal nunca llegó.
Familiares de Linda declararon que la necropsia arrojó que fue asesinada a golpes.
La víctima fue sentada en una silla, donde la ataron de las manos y en esa posición fue golpeada hasta quitarle la vida.
Recibió golpes en la región abdominal que le causaron estallamiento de páncreas, hemorragias internas en estómago e intestinos.
También presentó traumatismo craneoencefálico. Con algún objeto contundente -un tubo o un martillo-, recibió golpes en la cabeza que le causaron fracturas en el cráneo y por los impactos quedó desnucada.
Su cuerpo presentaba la cabeza hacía atrás porque tenía la nuca rota.
La madre de Linda Valdez Hernández acusa que el feminicida es un sujeto llamado Juan Carlos N. a quien señala como un tipo de conductas violentas.
En el medio de los antros, cantinas y bares a Juan Carlos le apodan “El Pez”, llamado así porque le consideran un “pez gordo” ya que tiene relaciones con autoridades de diferentes niveles.
La misma familia de la víctima señala que Juan Carlos N. presentaba manchas de sangre en la camisa.
Familiares acusan que autoridades liberaron al agresor.
En el lugar se encontraron drogas y diferentes evidencias que lo señalan como el feminicida. Sin embargo fue liberado.
En el bajo mundo de los litigantes que llevan asuntos de criminales se asegura que el feminicida pagó 300 mil pesos para eludir la acción de la justicia.
A este grado llega la descomposición que padece la ciudad.
Como siempre quedo a sus órdenes.