Javier García Paniagua, padre de Omar García Harfuch, fue el hombre a vencer en la sucesión de José López Portillo.
Y aunque Miguel de la Madrid negó siempre esa versión, el propio López Portillo se la confirmó a Jorge G. Castañeda en su revelador libro “La Herencia”.
“Era un hombre fuerte, con una personalidad y una sabiduría popular muy peculiar, que tenía una influencia fuerte y especial sobre el ejército, no sólo por el prestigio de su padre, sino por sus valores personales y por el manejo que tenía sobre los principales militares que entonces tenían mando”, cuenta el expresidente sobre García Paniagua, a quien le tenía todas las deferencias del mundo, cosa que no le agradaba a De la Madrid.
“Era el único que, en el caso de recibir un país desordenado, pudiera meterlo al orden sin que fuera militar”, traduce Castañeda.
Pero resultó que el problema del país en los últimos años de López Portillo fue financiero, y eso inclinó la balanza en favor de Miguel de la Madrid.
García Paniagua era el enlace de López Portillo con el ejército, y contaba, además, con los buenos oficios de la hermana consentida del presidente: Margarita, quien lo promovía como candidato a Los Pinos.
Ella estaba agradecida con él porque la cuidaba del “misógino” —así llama López Portillo a su secretario de Gobernación— Jesús Reyes Heroles, quien le daba malos tratos.
García Paniagua era un dique para el autor de “El liberalismo mexicano”.
Este ambiente le hizo creer al padre de García Harfuch que tenía posibilidades para ser el sucesor.
Pero el dedo de López Portillo se fue por otro lado.
Y lo peor: De la Madrid lo detestaba.
Hubo un momento en que éste le dijo al presidente: “¡Quítamelo de encima!”.
García Paniagua se sintió traicionado y renunció a todo.
Y mandó severos mensajes a través de José Ramón, el orgullo del nepotismo de López Portillo.
Pero el azar es generoso, diría Borges.
El hijo de García Paniagua es hoy el hombre más poderoso del país (después de la presidenta Sheinbaum).
El que mayor confianza genera en Palacio Nacional.
Lo que venga en el futuro podría reivindicar (en lo político) a su difunto progenitor.
Algo parecido sucedió con Raúl Salinas Lozano, cuando se quedó a tres suspiros de ser presidente de México.
“Nos tardamos veinticinco años, pero llegamos”, dijo Carlos Salinas de Gortari en referencia a su padre luego de ser nominado candidato a la Presidencia.