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lunes, agosto 25, 2025

Julio Cortázar, cartógrafo de mundos literarios

Aunque no llegó a concretar su deseo de ser marino, Cortázar fue un experto navegante de las letras que trazó rutas inimaginables hacia un universo literario que revela un fantástico destino: el mundo cortazariano.

Dedicado a explorar y dibujar los mapas de nuevas realidades narrativas y de abrirnos camino a espacios tan increíbles como tangibles, Cortázar no fue solo un relator de historias sino un verdadero cartógrafo de la literatura que, en su andar, nos ha ayudado –a todos sus lectores– a orientarnos en el mundo y darle cierto sentido al lugar que ocupamos en él.

Más que transportarnos con magistrales descripciones a los lugares y escenarios de sus obras, el autor argentino construía cada uno de sus espacios narrativos con precisión cartográfica. Basta con apenas dar una ojeada a su creación más representativa en torno a esta idea: “Rayuela” , una ‘contranovela’ que si bien se lee de forma tradicional, también nos da la alternativa de no hacerlo de principio a fin. Dándonos un “tablero de dirección”, nuestro guía permitió a los lectores salirnos del camino de la linealidad para explorar y saltar entre capítulos, aunque siempre bajo su brújula, creando múltiples caminos y lecturas posibles.

Con esta jugada maestra, los lectores pasamos de ser simples observadores a convertirnos en exploradores que debemos descifrar nuestro propio mapa a través de una rayuela convertida en laberinto. Así, más allá de recorrer las calles parisinas de la mano de las magistrales descripciones de Cortázar, el poeta nos sumerge en la esencia de su propia cartografía literaria, donde la geografía del libro es tan (anti)protagonista como la propia Maga.

A través de sus cuentos, Cortázar es especialista en “mapear” el punto exacto donde lo cotidiano se rompe y lo fantástico irrumpe. Cuentos como La autopista del sur o Casa tomada –del cual el Hipócrita Lector puede leer un fragmento en este mismo suplemento– son mapas precisos de la irrupción del absurdo en la normalidad, revelando un plano de la realidad que permanece oculto a simple vista.

En su papel como traductor –e invariablemente como lector y escritor– Julio era al mismo tiempo viajero del tiempo y el espacio, visitando distintos países con cada una de sus traducciones a múltiples idiomas, o al mantener extensas charlas por medio de cartas –navíos cargados de significado– que enviaba (quizás a ‘deshoras’) a sus afectos desde y hacia diferentes partes del mundo. Pero, indudablemente sus trazados cartográficos más significativos son los mundos y personajes que palabra a palabra construyó.

Más allá de estructuras narrativas descomunales, también realizó interesantes lecturas de la cotidianidad en que vivimos, aunque desde una perspectiva igualmente inusual. En sus “Historias de Cronopios y de Famas”, categorizó y clasificó ciertos tipos de personas, basadas en patrones de comportamiento. Con este trabajo, en el que con su ingenio literario nos regaló un nuevo universo de personajes-arquetipo (Los Famas como los organizados y pragmáticos aunque rígidos; Los Cronopios como los creativos y sensibles pero caóticos, y las Esperanzas como los apáticos o ‘grises’),  trazó un nuevo mapa de la condición humana que explora magistralmente los oscuros callejones de la interacción social y sus laberintos emocionales.

Alguna vez, alguien me dijo que yo encajaba muy bien en el grupo de Los Famas del admirado Gran Cronopio. Aunque aquella ocasión hace ya bastantes años me pareció más una ofensa snob que un cumplido, hoy, volver a encontrarme (aunque sea como Fama) en estos “lugares comunes cortazarianos” tan poco comunes como su extraordinaria prosa, me transportaron a la que –según yo– fue la visión de este cartógrafo literario que palabra a palabra consiguió darnos norte e indicarnos un rumbo. Para Cortázar, sus lectores somos viajeros de sus relatos.

 A Ida Vitale (París, 9 de mayo de 1972)

“Gracias, querida Ida, por Oidor andante: gracias por muchas cosas, por enviarme tu libro más allá de un mar que me separa demasiado de tanta cosa que recuerdo y amo, gracias por ser vos, por tu poesía ceñida y necesaria, por ese recuerdo uruguayo que me llena de pájaros este frío departamento de París.”

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