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lunes, agosto 25, 2025

Feliz cumpleaños, Cronopio Mayor

Nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914 bajo el signo de Virgo –por consiguiente asténico, con tendencias intelectuales–, el planeta Mercurio y el color gris –aunque prefería el verde–, Julio Florencio Cortázar Descotte se definía con ironía como “producto del turismo y la diplomacia”.

La familia Cortázar aguardó en Suiza el fin de la Primera Guerra Mundial y cuando el pequeño Julio tenía 4 años de edad volvieron a su país de origen, Argentina. Él llegó hablando francés, del cual le quedó la manera de pronunciar la ‘r’ que nunca pudo quitarse.

El padre abandonó su hogar, por lo que Julio Cortázar se crió con su madre, una tía, su abuela y su hermana menor, Ofelia.

Cortázar creció en el paraíso: una casa con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras en Banfield, un pueblo suburbano de Buenos Aires. Pero, lejos de la imagen idílica de un jardín lleno de animales, recordaba su infancia marcada por “demasiadas servidumbres, una sensibilidad excesiva, una tristeza frecuente, asma, brazos rotos, primeros amores desesperados”.

Según él mismo, su primera novela la terminó a los nueve años. Escribía poemas, pero le causó una gran desazón que su familia sospechara que se trataba de plagios.

Realizó sus estudios secundarios en Buenos Aires y se graduó como Licenciado en Letras. Durante varios años se dedicó a dar cátedras en pueblos y ciudades de campo, a lo cual renunció luego del fracaso del movimiento antiperonista donde anduvo metido.

Comenzó a trabajar en la Cámara Argentina del Libro. Llevaba años escribiendo sin publicar algo, a excepción de un libro de sonetos que salió a la luz en 1938 bajo el seudónimo de Jorge Denís, que para júbilo propio fue felizmente olvidado.

De 1946 a 1951 su vida fue solitaria e independiente. En esos años se veía a sí mismo como un “solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano, lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de lo estético”.

Luego de un curso de 9 meses (en lugar de 3 años que normalmente se llevaría) obtuvo el título de traductor público nacional de inglés y francés. El esfuerzo le provocó síntomas neuróticos como la búsqueda de cucarachas en la comida que después olvidó con su trabajo. Ser traductor era un gran oficio para una vida como la que Julio Cortázar llevaba en ese entonces: “egoístamente solitaria e independiente”.

Casa tomada, su primer cuento, fue publicado en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, quien admitió conocer poco la obra de Cortázar, “pero lo poco que conozco de ella me parece admirable y me siento orgulloso de haber sido el primero en publicar una obra suya”.

Borges recordó la “visita de un joven alto que se presentó en mi oficina y me tendió un manuscrito; le dije que lo leería y que volviera al cabo de una semana. La historia era excelente, mi hermana Mora la ilustró”.

Fue hasta 1949 que Cortázar publicó una obra con su nombre real: el poema dramático Los reyes, en el cual reinventó el mito del Minotauro.

Dos años más tarde salió su primera gran obra narrativa, Bestiario, donde ya dejaba ver su estilo de fantasía desbordante, aunque desde tiempo atrás ya estaba consciente de su genialidad: “estaba completamente seguro de que todas las cosas que iba guardando eran buenas, algunas incluso muy buenas, como ciertas historias de Bestiario. Sabía que nadie antes de mí había publicado cuentos como aquéllos en español, al menos en mi país. Existían otras cosas como los admirables relatos de Borges, pero lo que yo hacía era diferente”.

Ahogado “dentro de un peronismo que era incapaz de comprender”, Cortázar abandonó Argentina para radicar en París, donde trabajó como traductor de la Unesco.

Julio conoció a una joven de “nariz respingadísima” con quien encontró muchas afinidades intelectuales: Aurora Bernárdez. Contrajeron matrimonio en el barrio parisino de la Mairie. Quienes los vieron juntos, los recuerdan como una pareja encantadora con grandes conversaciones literarias.

 

“Nunca dejó de maravillarme el espectáculo que significaba oír conversar y ver a Aurora y a Julio en tándem. Todos los demás parecíamos sobrar. Todo lo que decían era inteligente, culto, divertido, vital” contó en su momento el escritor peruano Mario Vargas Llosa, “muchas veces pensé: „No pueden ser siempre así. Esas conversaciones las ensayan en su casa para deslumbrar luego a los interlocutores con las anécdotas inusitadas, las citas brillantísimas y esas bromas que, en el momento oportuno, descargan el clima intelectual.”

Pero la pareja se separó debido a la infidelidad de Julio, quien mantuvo un romance con la editora y escritora lituana Ugné Karvelis, y años más tarde se casó con la escritora y fotógrafa Carol Dunlop.

Siguió escribiendo algo que empezó “una noche escuchando un concierto en el Théâtre des Champs-Élysées, tuve bruscamente la noción de unos personajes que se llamarían cronopios”, y que se convirtió en las Historias de cronopios y de famas, uno de los libros más legendarios del autor. Con ello se ganó entre sus lectores el mote de “El Cronopio Mayor”.

Viajó a Italia para traducir cuentos de Edgar Allan Poe, obra en prosa que publicó en la Universidad de Puerto Rico; mientras que en México lanzó el libro de cuentos Final del juego.

Rayuela

“…y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida”, se lee en los primeros capítulos de la obra maestra de Julio Cortázar: Rayuela.

A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros, es decir, se puede leer de la forma común y corriente o se puede seguir el orden que se indica al pie de cada capítulo.

Y aunque Cortázar ya había publicado Los premios, su primera novela, fue hasta la aparición de Rayuela, en 1963, que su nombre sonó en el boom de la literatura latinoamericana.

El gran éxito internacional de esta obra surrealista que el propio autor llamó una contranovela, significó para él “la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura”.

Rayuela es una novela experimental, novedosa y provocadora que vendió 5 mil ejemplares durante el primer año de su publicación, y cuenta ya con traducciones en 30 idiomas diferentes.

“Escribía largos pasajes de Rayuela sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a que respondían en el fondo (…) Fue una especie de inventar en el mismo momento de escribir, sin adelantarme nunca a lo que yo podía ver en ese momento”, confesó el Cronopio Mayor.

Cortázar, el socialista

Julio experimentó un despertar en su conciencia política y social luego de viajar a Cuba y tener contacto con el movimiento revolucionario de aquel país, donde declaró públicamente su compromiso con “la lucha por un futuro socialista de América Latina, un futuro más justo y más bello para todos mis hermanos latinoamericanos y del mundo”.

Ello representó un cambio decisivo de su antigua postura elitista y antipopular que, a su parecer, no habría sido posible si no hubiera vivido en Francia: “París fue mi camino de Damasco, la gran sacudida existencial, si yo me hubiera quedado en Argentina, probablemente no habría llegado a entender nunca lo que pasaba en mi propio país. Puse un océano de por medio y luego llegó la Revolución Cubana. Allí descubrí todo un pueblo que ha recuperado la dignidad. Eso fue para mí algo catártico; fue una experiencia que me sacudió lo más profundo”.

Con esa mentalidad viajó a Costa Rica décadas después, y con el triunfo de la revolución sandinista se inspiró para crear el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.

 

 Adiós, Julio

Antes del deceso de su esposa Carol, que lo sumergió en una depresión, se publicaron diversas obras como La vuelta al día en ochenta mundos, un homenaje a Julio Verne “pero de una manera muy indirecta”; 62, modelo para armar; Último round; Prosa del observatorio; La casilla de los Morelli; Relatos (en el que se incluye una selección de cuentos de otros títulos); Pameos y meopas (poemas escritos entre 1944 y 1958).

Apareció el Libro de Manuel, galardonado con el Premio Médicis; así como Octaedro; Fantomas; Silvalandia; Estrictamente no profesional. Humanario; Alguien que anda por ahí; Territorios; Un tal Lucas; Queremos tanto a Glenda; Deshoras, entre otros.

Tras obtener la nacionalidad francesa, Julio Cortázar sufrió una hemorragia gástrica y le diagnosticaron leucemia. Realizó un último viaje a su patria donde fue cálidamente recibido por admiradores y amigos.

Pasó sus últimos días en París, rodeado de libros y discos que tenía en sus dos casas donde recibía a las visitas en compañía de su gata, Flanelle.

Los trabajos de Cortázar siguen apareciendo aún después de su muerte, aquel 12 de febrero de 1984. Su obra es, sin duda, un cimiento importante para la literatura moderna.

El maestro del relato corto que rompió las reglas de la narrativa a través de escritos que se debaten entre la realidad y la fantasía, sin regularidad temporal, con una profundización en la psicología de los personajes, una amplia imaginación, creatividad y libertad; abandonó este mundo.

Meses antes de cumplir los 70 años, se acabó la desdicha y dicha de Julio Cortázar, ese “itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba”.

 

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