Estados Unidos incrementó su presión militar en el Caribe con el despliegue de tres buques de guerra y 4.000 soldados, una operación orientada a frenar el tráfico de drogas hacia su territorio. La Casa Blanca aseguró que está dispuesta a “usar todo su poder” para combatir el narcotráfico, señalando directamente al régimen venezolano como uno de los principales objetivos de esta ofensiva.
En una conferencia de prensa, Karoline Leavitt, portavoz presidencial, sostuvo que el presidente Donald Trump “está preparado para llevar a los responsables ante la Justicia”. Añadió que, para su administración, “el régimen de Nicolás Maduro no es legítimo, sino un cartel del narcotráfico acusado formalmente en Estados Unidos”.
El despliegue incluye submarinos nucleares, aviones de reconocimiento P-8 Poseidon, destructores y un buque equipado con misiles de largo alcance. Según fuentes del Departamento de Defensa citadas por CNN, el objetivo es “combatir a los carteles del narcotráfico y reforzar la presencia militar” en rutas estratégicas utilizadas para el tráfico ilegal de estupefacientes hacia EE.UU.
Leavitt afirmó que las fuerzas estadounidenses están listas para actuar con todos los recursos disponibles, en una operación que también responde a la incautación de más de 30 toneladas de cocaína vinculadas presuntamente a Maduro y su círculo cercano, así como activos por más de 700 millones de dólares, incluidos bienes de lujo y aeronaves privadas.
En respaldo a esta estrategia, una carta reciente del secretario de Defensa, Pete Hegseth, amplía las funciones del Ejército para “repeler toda forma de invasión, incluido el narcotráfico y la inmigración masiva”.
Las reacciones regionales no se hicieron esperar. Cuba denunció que la operación forma parte de una “agenda corrupta” del secretario de Estado, Marco Rubio, y exigió respeto por la soberanía regional, aludiendo a la CELAC como garante de la “Zona de Paz” en América Latina.
Desde Caracas, el gobierno chavista activó un “plan de paz” que movilizó a millones de milicianos en todo el país, denunciando que las amenazas de Washington “ponen en riesgo la estabilidad de toda la región”.
La tensión entre ambos países se agrava en un contexto de acusaciones judiciales, incautaciones millonarias y una creciente presión internacional. Como parte de esa escalada, el gobierno estadounidense aumentó a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Nicolás Maduro, el doble de lo ofrecido anteriormente.
El Caribe, convertido en escenario geopolítico clave, enfrenta ahora un riesgo inminente de conflicto, mientras las acusaciones cruzadas y el despliegue de poder militar redibujan los equilibrios en la región.