Nadie se acuerda de los perdedores.
Digamos que pasan a formar parte del mobiliario del poder y se transfiguran en escritorios, papeleras, ventanas, WC, lavabo, estropajo o, en algunos casos, ceniceros.
Los perdedores viven en esa zona incolora del poder, aunque en su momento lo acariciaron y, algunos, estuvieron a punto de poseerlo.
¿Qué lo impidió?
Los vencedores.
Ambos iniciaron la carrera al mismo tiempo: con tenis similares, shorts, camisetas tatuadas en la espalda del poder.
Tuvieron sus dosis de sudor amargo.
(El poder puede ser amargo, incluso cuando se le acaricia).
Y sólo los vencedores sintieron cómo ese sudor se transformó en un suave rocío sobre el rostro: un rocío parecido al que cae sobre los rostros del gobernador y sus invitados cuando viajan a bordo del poderoso Agusta negro.
La carrera por la alcaldía de Puebla ha iniciado.
El Gran Elector es el gobernador Alejandro Armenta.
Varios arrancaron en los últimos días.
Varios leyeron su señal y se prepararon para lo que viene.
¿Qué viene?
Un mar de selfies y entrevistas.
Un río presuroso de reuniones.
Un afluente nervioso de estrategias.
Y todo eso implica dinero, sí, operación de tierra, sí, carruseles de entrevistas, sí, y esa gozosa parafernalia del poder.
Sólo uno (o una) ganará en el ánimo del gobernador.
Y él ya está vigilante de que en su papel de Gran Elector el proceso no se salga de control.
Desde su posición privilegiada, él mira a los contendientes con el filo dorado del poder.
Analiza sus movimientos.
Hace comentarios.
Hoy, más que nunca, está atento al oleaje.
Sabe quién se desgarra por dentro a su mirada.
Sabe quién tiene zarpas para el que lo mira.
Lleva el récord de aquél que pierde la cabeza con facilidad, y huele la sangre aun a través del vidrio. Percibe el miedo desde la cocina y a pesar de las puertas más robustas.
Los contendientes, en tanto, ni siquiera huelen el ambiente para que no los mate.
Lo único cierto es que hay un inmenso tigre encerrado en todo esto.
(Esta columna se auxilió para su creación de algunos versos del inmenso Eduardo Lizalde).