25.6 C
Puebla
domingo, agosto 17, 2025

Los candidatos del gobernador a la alcaldía poblana (luces y sombras)

Más leídas

El gobernador Alejandro Armenta ha puesto a correr a sus equiperos a la alcaldía de Puebla.

El 2027 está más cerca de lo que se imaginan todos.

Ese año es como los objetos vistos a través de un espejo retrovisor: parecen estar más cerca de lo que realmente están.

Hay algunos nombres en el tablero.

Los coloco en orden alfabético:

Rodrigo Abdala, Pepe Chedraui, Laura Artemisa García Chávez y José Luis García Parra.

Por el Partido Verde sólo suena uno: Tony Gali López.

(El Verde últimamente tiene la tentación de ir en solitario, igual que el PT).

Pero esos dos partidos, sin Morena, tienen pocas expectativas de triunfo.

‘Puebla no es Chichiquila’, dicen que dijo alguna vez Rafael Moreno Valle Suárez, padre del exgobernador trágicamente muerto, cuando Fernando Manzanilla, a la sazón su yerno, buscó contender por la capital del estado.

Abdala es un caso curioso, pues llegó al armentismo recientemente, a diferencia de García Parra y García Chávez, aunque fue de los primeros en servir de puente —en 2017— para que el entonces diputado federal Armenta pasara a la bancada de Morena en San Lázaro.

La relación de Rodrigo Abdala con el presidente López Obrador fue espléndida, lo mismo que con la presidenta Claudia Sheinbaum.

Ambos lo vieron con simpatía como delegado de Bienestar en Puebla, una vez que conoce bien —aunque no más que el gobernador— la articulación de fuerzas en la entidad.

Sabe cuál es el hígado y el esternón del estado de Puebla, y sabe cuándo y cómo duelen.

Sus operadores le informan puntualmente el día a día de la entidad.

Eso lo hace confiable, más allá de la lealtad que le tiene al gobernador.

Abdala tiene dos jefes: Sheinbaum y Armenta.

Sólo a ellos obedece.

Sólo a ellos informa.

En estos años ha aprendido que el que pregunta no se equivoca.

Parece fácil.

No lo es.

La discreción es otro de sus atributos.

Abdala guarda distancia de las viejas formas de poder.

Es decir, no se va con la cargada.

Prefiere la observación prudente del paisaje para ver el bosque entero.

En eso se parece a Claudia Sheinbaum.

Ésta, por ejemplo, acudió en noviembre de 2017 a la presentación del Proyecto Alternativo de Nación —efectuada en el Auditorio Nacional— con el virtual candidato a la Presidencia de la República .

El júbilo de Morena y sus aliados era brutal.

Al lugar llegaron todos los aspirantes a las gubernaturas, las senadurías y las diputaciones.

Sheinbaum venía de ganar la encuesta que la convertiría en la candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

La cargada vio venir a López Obrador, y se dejó ir como búfalos sedientos.

Ella, en cambio, se mantuvo solitaria.

Desde una esquina —sin gente a su lado, sin el tradicional aparato—, observó el mar enfebrecido de abrazos, selfies y porras.

Ya se había ganado para entonces la confianza del presidente electo.

(No es el que más grita al que oyen más).

En esas coordenadas es como se mueve Rodrigo Abdala: a la distancia, sin altavoces, sin corifeos.

Es el gobernador el que lo ha puesto a correr con todo lo que eso significa.

Artículo anterior
Artículo siguiente

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img