Queridos lectores, me reencuentro con ustedes para compartir esta pasión que despierta tantas emociones, y que nos mantiene conectados de una manera muy singular entre nosotros y también con el artista, a quien hacemos parte de nuestra cotidianeidad pensándolo, extrañándolo, y escuchándolo cada día de nuestras vidas.
Para mí hoy no es un día más del calendario, es uno muy especial a partir del año 2023 y lo seguirá siendo hasta mi último suspiro. ¿Por qué es tan importante este 13 de agosto?, porque un día como hoy vi realizado un sueño que atesoraba en el corazón desde niña. Quisiera anticiparles a mis viejos lectores, frase con la que quiero referirme a los que me acompañan desde hace años en mi blog www.diariodeunafan.com , que no van a sorprenderse con este relato porque ya lo conocen. Pero a ustedes, mis lectores más recientes, les voy a permitir adelantar capítulos en mi historia, para que puedan llegar a un momento crucial con el que supe fantasear más de cuatro décadas. Deseo aclarar que, aunque hoy les conceda la posibilidad de saltarse tantísimos episodios para llegar al gran capítulo de mi vida, no significa que no volveremos hacia atrás para que puedan descubrir las anécdotas, ilusiones, desilusiones, y todo lo que conllevó a que por fin el destino me concediera este deseo.
Para que entiendan el lugar que Luis Miguel tiene en mi vida, les voy a contar que, para mí, más que un Rey siempre ha sido ese príncipe azul de los cuentos de Hadas, solo que viste acorde a los tiempos de hoy, y no lo vemos llegar en un corcel blanco sino en un auto de altísima gama. Desde niña soñé con poder mirarlo a los ojos y abrazarlo, y en mi adolescencia fantaseé despierta cual Lucerito en Fiebre de Amor, con la posibilidad de topármelo en algún sitio y conquistar su corazón. Sin embargo, pasaron los años y nada de eso sucedió, es más, llegó un príncipe de otro reino que me enamoró, y con él formé una hermosa familia. No obstante Luis Miguel siempre ocupó un lugar especial en mi corazón, su voz fue mi gran refugio en tiempos difíciles, su música mi compañera de alegrías, su mirada y su sonrisa mi torbellino de emociones. Para mí Miky es sinónimo de libertad y sueños cumplidos, de emociones que calan las fibras más profundas de mi ser, y uno de los grandes motores de mi vida.
41 años deseé abrazar a Luis Miguel y decirle cuánto lo quiero, y aunque jamás dejé de luchar por ese sueño, muchas veces sentí la impotencia de no poder lograrlo. Busqué mil y una maneras de propiciar algún encuentro “casual”, y hasta decidí comenzar a viajar al exterior porque parecía mucho más fácil que en Argentina. Pero los años, como los viajes, pasaron sin éxito en ese sentido, y siempre volvía a casa con un nudo en la garganta, con aquella ilusión inconclusa.
Mis seres queridos intentaban transmitirme esperanzas cuando me veían desanimada, aún recuerdo sus palabras “Ya verás que se dará en el momento oportuno, y que será más especial de lo que puedas imaginar”, y créanme que así fue. Luego de muchos años siguiendo sus pasos, siempre con mucho respeto y cautela, logré coincidir con él en su visita a mi Argentina.
Jamás pensé que ese encuentro, con el que soñé durante casi toda mi vida, se daría en mi tierra, y mucho menos en el inicio de este tour tan importante. Realmente se propició en un contexto único, con un Luis Miguel más pleno y feliz que nunca, y en un momento en que celebrábamos y agradecíamos la bendición de estar disfrutándonos después de una pandemia.
Esa noche, como tantas otras, hicimos un recorrido por los restaurantes que suele frecuentar en Buenos Aires, ya que supimos que después del concierto se había ido a cenar con su comitiva. Iba acompañado de su pareja, la encantadora Paloma Cuevas, y de algunos amigos. Cuando llegamos a uno de los restaurantes más conocidos, caminé por las inmediaciones para encontrar algún indicio de su presencia. En la parte de atrás vi a dos personas de seguridad vestidos de negro, busqué una pequeña luz en el cortinado del salón más selecto del lugar, y miré muy disimuladamente con resultado positivo, puesto que ahí estaba su guardaespaldas personal. Se me paralizó el corazón, por primera vez estábamos en el lugar correcto y a la hora indicada. Avisé a mi hermana Carolina, y a mi mejor amiga Anita, que dejaran el auto e inmediatamente vinieran a mi encuentro. Allí esperamos unas 2 horas aproximadamente, en la noche más fría de aquel año, con poca gente en los alrededores por veda electoral, ya que al día siguiente se votaba. Con el correr de las horas se fueron apagando las luces de los restaurantes vecinos, dejaron de pasar los transeúntes, y nosotras al pie del cañón en alma y no en cuerpo, ya que no lo sentíamos por el frío.
Siendo ya 13 de agosto, cerca de la 1:15 am, la seguridad empezó a moverse y a sumarse en cantidad, lo cual activó nuestras alertas para estar más atentas que nunca. Cuando vimos que la puerta se abrió, y que la seguridad se nos acercó para evitar cualquier movimiento brusco, sabíamos que estábamos cerca de lograrlo. Les transmitimos seguridad diciéndoles que solo queríamos saludarlo, con el respeto y cariño que merece. Cuando comenzaron a salir las personas que lo acompañaban, mi corazón latió con más fuerza, pero al cabo de unos segundos intentó detenerse cuando no vio salir a Luis Miguel. Volteé en busca de las chicas, y asustada le dije a mi hermana “Ay, ¡no! Lo sacaron por otra puerta”. Cuando termino la frase y vuelvo la mirada hacia la puerta, con un dejo de esperanza, veo a Luis Miguel del brazo de Paloma. Volví a respirar, esta vez para decirle “Miky”, en voz alta y calmada, sin gritar. Anita le dijo “Miky, te queremos saludar”, pero él estaba muy atento despidiéndose de sus acompañantes. Apenas terminó, emprendió su camino hacia la puerta que lo conduciría al estacionamiento. Teníamos tan solo tres o cuatro metros para captar su atención, así que seguimos avanzando con ellos, en paralelo, sin acortar distancia por respeto. Minutos atrás habíamos pactado qué decirle para ganarnos su atención, y coincidimos en que debíamos hacerle saber que estaba allí quien conocía como la escritora de su columna, la que tantas veces había saludado en los conciertos. Así que decidí vencer la timidez al decirle, “soy Euge Cabral”, solo que también le agregué “Hola Paloma”. De inmediato los dos se dieron vuelta para hacer contacto visual, y respondieron a dúo “Hola, hola”, mientras proseguían su camino. La verdad es que en esa fracción de segundo pensé que eso iba a ser todo, así que les dije en voz alta “Los quiero con todo mi corazón”. La gran sorpresa me la llevé cuando vi a Luis Miguel dar un giro de 180 grados, buscarme entre sus guardaespaldas, y decir “Mi vida ven… ¡ven mi vida!”, mientras hacía un gesto con su mano en señal de acercamiento. Ese instante en que vi a Luis Miguel sonreír, y abrir sus brazos para envolverme en un fuerte abrazo, me pareció irreal. Mientras caminaba hacia él sin dejar de admirarlo, les juro que parecía que todo transcurría en cámara lenta, pensaba en cuánto había deseado ese momento, y que por fin estaba sucediendo. Cuando estuve en sus brazos le dije que lo quería con el alma, y fue emocionante escucharlo decir “yo también”. Luego le dije que estaba muy feliz de verlo tan bien y feliz”, seguidamente agregué “Te juro que me haces tan feliz, sos parte de mi familia, ¡Te quiero!”, a lo que respondió: “Gracias mi amor. Gracias por todo ¡Eh!”. Cuando escuché que me agradecía, mi corazón estalló de alegría, cariño, y gratitud infinita. Así que le dije “No, gracias a ti, gracias a ti por hacerme la fan más feliz del mundo hace 41 años”, pero, como si esto fuera poco, mientras se lo decía sentía sus labios en mi mejilla derecha que no dejaban de darme besos con ruidito, uno detrás de otro. Yo creo que sentí que morí y me elevé, porque literalmente no sentía que mis pies tocaran el piso. Su última respuesta fue “Tú eres un amor”, mientras me daba su último beso. Luego le tocó saludar a mi amiga y a mi hermana, y fue muy lindo con ellas también. Lamentablemente aquí no puedo extenderme demasiado, así que para más detalles pueden leer la historia completa en mi blog.
Paloma estaba a unos metros, admirando la situación, sin invadir el espacio del artista con sus fans, siempre tan genuina y generosa. Yo pasé de los brazos de Luis Miguel a los de ella, y en ese afectuoso abrazo nos dijimos palabras cargadas de cariño. Luego Luis Miguel agregó que hacía mucho frío, momento en que valoramos mucho más que, en esas condiciones, se hubiese detenido para compartir este inolvidable momento con sus fans. Les deseamos buena estadía en nuestro país y los despedimos. Cuando desaparecieron del horizonte nos fundimos en un fuerte abrazo con lágrimas de dicha, emoción y gratitud por lo vivido. Ni en mis mejores sueños imaginé vivir algo así con Luis Miguel. Luego vinieron dos encuentros más, y aunque los viví con la misma intensidad, amor y agradecimiento, no fueron tan especiales como este primero.
Nunca dejen de soñar y de trabajar con perseverancia, Fe y dedicación en cada uno de esos anhelos, porque todos merecemos lo que nuestro corazón ansía.
Euge Cabral