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jueves, noviembre 21, 2024

¿Qué le ven?

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Estaba sentada en una mesa con varias mujeres, cuando de repente entró otra por la puerta y las que estaban conmigo comenzaron a echar veneno sobre la tercera; una morocha de buenas carnes, sabedora de sus encantos que se fue a sentar a una mesa con tres caballeros o quien sabe si tan caballeros. 

La dama en cuestión se veía cómoda en su lugar; se notaba que los demás comensales estaban a gusto con su presencia y algo más; que atendían a todo lo que ella decía. 

Pese a sus estupendas piernas, los señores no se pasaron el tiempo clavados en encontrárselas. Claro que cuando se llegó a parar al baño, era inevitable que todos voltearan en busca de una panorámica de esa porción de paraíso. 

Mis amigas sacaron sus respectivos celulares y cada una intervino con sus propios juicios de verdad sobre la vida y obra de la mujer. 

No se atrevían a vomitar a plenitud su envida, pero sí, sacaron un nutrido repertorio de rumores sobre ella. 

Pasaban de mano en mano el teléfono, dándole zapping a sus fotos. 

Cuando llegó a mí uno de los celulares, lo que vi fue exactamente lo que estaba observando en tiempo real: una mujer pretendidamente segura de sí misma, guapa y divertida. Y eso, señoras y señores, es lo peor que le puedes obsequiar a un grupo de arpías hambrientas de sangre ajena.  

No es que hable mal de mis acompañantes, simplemente las conozco y sé de qué pie cojean. La mayoría son unas insatisfechas de marca, aunque no deberían serlo puesto que viven como decidieron vivir y se mueven por la vida con los recursos con los cuales se defienden, pero no necesariamente las hace felices. 

Entonces me abstraje de la conversación y me puse a pensar en la última frase que dijeron unánimemente: “pues qué le ven”. 

Yo creo que lo que le ven es precisamente lo que a ellas les hace falta: libertad, frescura y desparpajo. 

Y es que mis camaradas, aunque las quiera mucho, viven presas del miedo de romper con los cartabones de la sociedad a las que creen pertenecer, sin embargo, y como dicen ahora los jóvenes, ni quien las tope. 

Se los dije en voz alta, siempre lo hago y por eso casi no soy requerida a sus reuniones. 

¿Qué le ven? 

La belleza, es verdad, habita en la mirada de los otros, y lo que las mujeres observamos en nuestras congéneres nada tiene que ver con lo que los hombres ven en nosotras. 

El juicio sumario a la interfecta se enfocó, sobre todo, en una instantánea en donde aparecía en shorts y se le notaba la celulitis que todas (hasta las más fitness) cargamos en los muslos. 

¿Qué le ven si no está tan buena? ¿Qué le ven si está equis? ¿Qué le ven si ya está súper vista? 

Y yo que sé algo de caballeros y de la forma en la que ponderan las bondades femeninas, sé que ellos miran todo menos lo que nosotras miramos. 

Una mujer que se siente a gusto metida en su piel, aunque esté flácida, es mucho más atractiva a otra que sólo este buscando la aprobación de su carrocería. 

Los hombres pasan por alto lo que las mujeres ponen en primer plano.  

La tarde transcurrió serena en la mesa de nuestro personaje. Nunca pareció que acotaran a la chava ni se escucharon comentarios sexistas o de mal gusto. 

La escuchaban y brindaban y reían juntos. 

Y eso molesto a las castradas de mi mesa; que aun sin ir con freno de mano, no se atrevieron a saciar sus apetitos etílicos por temor a perder. 

¿A perder qué? 

Precisamente lo que la otra sí tenía: el control de sus respectivas máscaras. 

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