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jueves, noviembre 21, 2024

¿Podrá el péndulo de las ideas encontrar su centro?

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En el vaivén pendular de las ideas políticas y económicas de nuestra aventura planetaria, en resumen y en el análisis contemporáneo, podría decirse que existen dos grandes corrientes o agentes del desarrollo. El Capitalismo y el Socialismo. 

El cuestionamiento de fondo es: ¿realmente se les puede considerar “agentes del desarrollo”? 

Depende a quienes se les pregunte. Para los adeptos de cada uno, asegurarán que éste o aquél fueron dotados por un genio providencial. 

Como lo asegura Morin, cada uno aporta una fórmula de organización económica. El capitalismo, el mercado y la economía privada. El comunismo, el plan y la economía de Estado. 

Ambos han asegurado que a través de sus ideas y políticas se lograría el desarrollo social y humano. 

La fórmula comunista, además de ser totalitaria, ha demostrado que su barbarie agrava los problemas que pretende querer solucionar, como las diferencias nacionales, étnicas y religiosas. Su idea de democracias es ilusa y por esencia misma, reniega de cualquier instauración democrática. 

El capitalismo, por su parte y como Marx lo estableció, no puede considerarse, de modo particular, como la clave del Desarrollo Humano, dados los procedimientos bárbaros con los que se aseguró del desarrollo de las fuerzas productivas. Y sería un craso error, considerar que el mercado lleva en su ser, las soluciones a los problemas del desarrollo de la civilización. La “mano invisible” de Adam Smith ha demostrado estar “mocha”. 

Si algo podemos afirmar es que ese péndulo de las ideas, ha sido el motor del desarrollo. El  ir y devenir dialéctico, en una lógica antagonista-complementaria entre empresarios y partidos, sindicatos y obreros, generó bajo un contexto democrático, progresos sociales. 

Sin embargo, tanto el occidente como el oriente; tanto naciones desarrolladas como en vías de desarrollo, no pueden considerarse solamente como capitalistas o comunistas. Inclusive, socialistas. Es una visión totalmente miope y carente de contexto humano y cultural. 

Cualquier país o sociedad actual debe considerarse y analizarse bajo conceptos tan importantes como el policulturalismo; la pluralidad; la democracia, la multietnicidad; la integración y la multidimensionalidad de su carácter. 

Existe pues, una visión rota, partida, tanto del capitalismo como del comunismo. En suma, han sido unos mitos del desarrollo. El primero, en su versión soviética está moribundo y en su versión socialdemócrata, le hace frente a un agotamiento, sin tener muy claro, como reinventarse. 

El segundo, aunque goza de una aparente salud, solo basta echar un ojo a la calidad del desarrollo que ha logrado y darnos cuenta que está no solo manco, sino también cojo. 

Queda claro que ambas nociones del desarrollo no son ni providencialistas, ni forjadoras de una civilización justa y ecuánime. Tampoco detentan la panacea para combatir el malestar de la sociedad con respecto a la falta de humanidad existente. Las nociones imperialistas de ambas, han demostrado ser arbitrarias y hasta perversas. 

Según Stieglitz, La ideología del libre mercado debe ser remplazada por análisis basados en la ciencia económica, con una visión más equilibrada del papel del Estado, a partir de una mejor comprensión de las fallas y errores, tanto del mercado como del Estado. 

A esto, sumaría el argumento de Morin de considerar la energía e inventiva económica del capitalismo y las cualidades autorreguladoras y auto-organizadoras del mercado. Unas y otras deben integrarse en la civilización planetaria y no ésta, integrarse en el capitalismo o en el mercado. 

Cuando se tiene una visión monolítica de las ideas o cuando se pretende impulsar el maniqueísmo, lo que se logra son visiones truncas. Una visión exclusivamente científica o tecnológica, o únicamente económica generará barbarie, inequidades e injusticias. 

Todo debe integrarse y subordinarse a una política del hombre.“El ser humano debería de estar en el centro de las políticas de todo tipo”.  

Porque en la fase actual en la que nos encontramos, la economía dirige, e incluso ha absorbido a la política. Esa política se ha enfermado de esclerosis y Alzheimer ya que no es capaz ni de concebir ni de resolver los nuevos problemas que se le plantean. 

Una política que no sabe como abordar la problemática planetaria y multidimensional, ya que la trata de modo compartimentada y fragmentada. Vemos una política que se deja engullir por los expertos, tecnócratas, economócratas… 

Se necesitan políticas para un desarrollo sostenible, equitativo y democrático. Que cubran el amplio espectro de las sociedades modernas. Políticas que engloben lo humano con el desarrollo y bienestar de la fauna, de la flora y de todo nuestra Tierra. Políticas que impulsen la generación de una conciencia de integración y de mayor humanidad. 

Es aquí donde se vislumbra una gran dificultad y reto. La política del hombre debe asumir la totalidad y la multidimensionalidad de los problemas humanos, pero sin convertirse en totalitaria. 

Nuevamente, me permito citar a Hölderlin: “No sabe cuánto peca el que quiere hacer del Estado una escuela de costumbres. Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno”. 

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