“Era una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…”, así pudo comenzar, a la manera de los cuentos de hadas, una de las obras maestras de la literatura.
Considerado el mejor libro francés del siglo XX, El Principito es también uno de los más vendidos de la historia, con más de 200 millones de ejemplares comercializados. Traducido a más de 250 idiomas y dialectos, ha llegado a rincones insospechados del planeta.
Su autor, Antoine de Saint-Exupéry, escribió esta obra durante su estancia en Estados Unidos tras la caída de Francia en 1940. Pasó 27 meses en ese país, tiempo en el que trabajó en los apuntes que darían forma al libro.
Las ilustraciones también son suyas. Aunque nunca se consideró buen dibujante, se burla de sí mismo a lo largo del relato. Pese a su sencillez, sus trazos se volvieron icónicos. Algunos entusiastas han sugerido que la portada representa una configuración astronómica con los planetas Saturno, Júpiter y la estrella Aldebarán, pero no existe evidencia concluyente que respalde esa interpretación.
El gusto del autor por la astronomía fue reconocido con diversos homenajes. En 1975, un asteroide fue nombrado 2578 Saint-Exupéry. En 1993, otro recibió el nombre 46610 Bésixdouze, equivalente en código hexadecimal a B-612, el planeta del Principito. Ese mismo nombre lleva la Fundación B612, que rastrea asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra. En 2003, una pequeña luna de un asteroide fue bautizada Petit-Prince en honor al personaje.
Los personajes de El Principito reflejan episodios clave en la vida del autor. El zorro —un fénec del desierto— es un animal que conoció en el norte de África. Los baobabs, árboles gigantes que amenazan con destruir planetas en la historia, han sido interpretados por algunos analistas como símbolo del avance destructivo del nazismo.
La rosa, el bien más preciado del Principito, alude a su esposa, Consuelo Suncín, originaria de El Salvador. El planeta donde vive la flor está rodeado de tres volcanes, al igual que el país natal de la escritora. A pesar de una relación marcada por conflictos e infidelidades, Consuelo fue su musa. Saint-Exupéry la evocó en el pasaje donde el Principito descubre un campo de rosas en la Tierra y comprende el valor único de la suya.
PETIT-TONNIO
Antoine nació el 29 de junio de 1900, hace 125 años. Fue el tercero de cinco hijos del matrimonio entre Jean de Saint-Exupéry y Marie de Fonscolombe. Su infancia estuvo marcada por dos tragedias: la muerte de su padre por un ataque cerebral y, años después, la de su hermano, víctima de fiebre reumática, quien falleció en sus brazos.
“Tonnio”, como lo llamaba su familia, comenzó estudios de Arquitectura, pero los abandonó para ingresar a las Fuerzas Aéreas. Fue pionero de la aviación moderna y sufrió varios accidentes. El primero le provocó una fractura de cráneo.
Durante una carrera aérea entre París y Saigón, su avión cayó en el desierto del Sahara. Junto con su mecánico, sobrevivió sin agua durante cuatro días, hasta que fueron rescatados por un beduino. Esta experiencia inspiró su libro Tierra de hombres, de carácter autobiográfico, que obtuvo premios de la Academia Francesa y del National Book Award en Estados Unidos. También sirvió como punto de partida para El Principito.
SURCANDO LOS CIELOS
Saint-Exupéry trabajó como piloto de correo aéreo en rutas internacionales, lo que inspiró libros como Correo del Sur, El Aviador y Vuelo Nocturno. Este último le valió el Prix Femina, uno de los premios literarios más importantes de Francia.
También se desempeñó como corresponsal. Durante un viaje a España en la Guerra Civil, fue arrestado brevemente bajo sospecha. Relató esa experiencia en Cartas a un rehén, donde narra cómo pidió un cigarro mientras le revisaban los documentos; uno de los guardias accedió y poco después fue liberado.
Vivió en Argentina, donde dirigió una aerolínea postal. Buscó nuevas rutas por Sudamérica y negoció acuerdos comerciales. Participó en misiones de rescate de pilotos derribados en el norte de África, especialmente en la ruta Toulouse-Dakar. Por esa labor recibió la Legión de Honor del gobierno francés.
Tras publicar El Principito, Saint-Exupéry se reincorporó a la Fuerza Aérea en la Segunda Guerra Mundial. Aunque ya había superado el límite de edad y sufría secuelas físicas, obtuvo un permiso especial. Le costaba incluso colocarse el traje de vuelo. Además, sentía un creciente rechazo por las tareas militares, como lo expresó en Piloto de guerra, donde lamenta haber perdido la inocencia de la infancia.
En 1944, mientras realizaba una misión de reconocimiento sobre el sur de Francia, su avión desapareció. Nunca se encontró su cuerpo.
AU REVOIR, PETIT PRINCE
En 1998, un pescador halló una pulsera con su nombre. A partir de ese hallazgo, en 2000 se localizaron restos de su avión cerca de Marsella. Durante años circularon diversas teorías sobre su muerte: fallas mecánicas, falta de oxígeno, un infarto o incluso que fue derribado.
En 2008, el ex piloto alemán Horst Rippert confesó a un medio francés que él había disparado contra la aeronave: “Yo esperaba que no fuera él, porque en nuestra juventud todos habíamos leído sus libros y los adorábamos”.
Tras su muerte, sus cuadernos fueron reunidos y publicados en Ciudadela, obra póstuma. Francia ha rendido múltiples homenajes a su legado. Antes del euro, se acuñaron monedas con su rostro y el del Principito. Los billetes de 50 francos también llevaban su imagen.
“Cuando uno está verdaderamente triste gusta de ver las puestas del sol”, escribió. Quizá, cuando Antoine de Saint-Exupéry partió, toda la humanidad pudo ver ponerse el sol 43 veces.
“Y si llegaran a encontrar al Principito, ¡sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente que ha regresado. ¡No me dejen tan triste!”