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lunes, junio 30, 2025

Una historia cuarenta años después

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Quiero pensar que inspiro confianza, de otra manera no me explico por qué desde siempre la gente suele contarme sus mayores secretos a la primera oportunidad.

Alguna vez, por ejemplo, una señora me confesó lo endeudaba que estaba por comprarle una moto tipo Choppera su primogénito. Un hombre casado y con dos hijos a los que ella también mantenía. El mequetrefe le pedía dinero a cambio de poder ver a sus nietos; le juraba que se mataría si no le pagaba el viaje a la playa; fingía asaltos y un etcétera de situaciones inimaginables.

De entonces a la fecha cada vez que escucho el sonido vibrante y profundo de alguna caravana de motociclistas se dispara el recuerdo de aquella conversación en la que se me derramó la bilis mientras nos pintaban el pelo.

Con el caso de Sasha Sokol y Luis de Llano sucedió algo similar. Hablo del detonante, del recuerdo, de una confesión que supe enterrar en lo profundo de mi memoria durante cuarenta años: el “enamoramiento” de una amiga con su entrenador de básquet.

Desde que cumplimos catorce Ella pensaba en una sola cosa: su fiesta de quince años. Los chambelanes, el vestido y el vals eran el punto medular de nuestras conversaciones hasta que un buen día no fue así.

Su chispa infantil la reemplazó por ratos de silencio, miradas perdidas y muecas de aburrimiento cuando le contaba sobre mi amor platónico con Alan del grupo Magneto. Pensé durante semanas que su actitud se debía a que la fiesta estaba condicionada a sus calificaciones o porque la separación de sus padres era inminente.

— ¿Te han dado un beso de lengua? Soltó Ella de repentecuando nos adentramos a los puestos ambulantes de CD´s piratas y tacos de suadero con longaniza.

— No, contesté desconcertada.

— Son muy ricos. ¿Y en el cuello?

— Tampoco la miré de reojo con sorpresa.

Su entrenador de básquet la comenzó a seducir conguiños, sonrisas y aplausos por su buen desempeño. Despuéscon largas llamadas telefónicas y un primer beso mientras la encaminaba a su casa. La cuidaba, la mimaba, la quería y por eso se dejó tocar hasta que terminó desnuda en el sillón de un departamento de interés social.

Varias veces quise contarlo todo. A su mamá, a mi mamá, a su hermano. Ensayé varios discursos. Imaginé escenarios catastróficos y terminé guardando silencio.

¿Me hubieran creído? Nunca lo sabré.

Lo que sí sabía era que él le juraba amor eternomientras Ella le concedía su cuerpo de niña, sus labios de niña, sus manos de niña. Cuando mi amiga le demandaba algo más que el sofá mullido ya fuera una salida al cine, a comer o que dejara a su esposa como le promet en su fiesta de quince años, a él le salía el adulto responsable con valores y la mandaba a buscarse un novio de su edad.

En la preparatoria intentó dejarlo para iniciar un noviazgo con un compañero de su salón mas él supomanipularla con altas dosis de atención. Pasaba a la escuela por ella, le daba flores delante de “todo el mundo”, compraban pizza, cervezas y terminaban en un motel.

Nada que yo pudiera decirle la alejaba de él, por el contrario, quien se terminó alejando de mí fue ella. Dejamosde contarnos cosas, dejamos de vernos y el teléfono dejó de sonar.

Contarlo hoy no cambia el pasado de Ella, ni el mío, ni el de Sasha, ni el de todas las niñas que hemos sido abusadas sexualmente y guardamos silencio por miedo, vergüenza o por el poder que ejerce un adulto sobre nosotras. Contarlohoy es por si acaso Ella me leyera y supiera lo siguiente: tu abusador merece castigo, aún hay tiempo.

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