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miércoles, junio 25, 2025

Un nuevo espacio para una eterna pasión, ¡Hablemos de Luis Miguel!

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Hola, queridos lectores de este medio que, desde hoy, le da la bienvenida a mi columna “Diario de una Fan”. Antes de presentarme, quisiera transmitirles la inmensa felicidad que siento porque, después de 4 largos años, vuelvo a escribir para un medio de comunicación poblano. Me unen muchísimas cosas y sentimientos a esta hermosa ciudad, las que les iré develando en el transcurso del relato.

Mi nombre es María Eugenia Cabral, aunque me conocen tan solo como “Euge Cabral”. Soy argentina, vivo en el centro del país, en una ciudad preciosa llamada Córdoba, y tengo 51 años —aunque me cueste decirlo—. Soy Contadora Pública Nacional, pero me dedico a la docencia, a la difícil tarea de enseñarles matemáticas a adolescentes que van de 13 a 18 años. Vale aclarar que no soy periodista, sino que esta pasión me impulsó a poner mis sentimientos en palabras, algo que disfruto mucho, pero siempre lo hago con un profundo respeto por los profesionales de la escritura, quienes han estudiado durante años para hacerlo profesionalmente.

Para comenzar a contarles qué me llevó a escribir esta columna, necesito trasladarlos al pasado y que entiendan el porqué de mi fascinación por la música. En casa, desde que tengo memoria, se escuchaba y tocaba música, ya que mi papá había forjado una gran carrera como guitarrista profesional, al lado de una cantante folclórica muy talentosa y famosa de aquella época. Desde pequeña me apasionó cantar, y siempre me acompañó con su guitarra un papá más que orgulloso. Pero en mi hogar no se escuchaba cualquier melodía, sino a los mejores cantantes y bandas de la época, razón por la cual un día llegó a mis oídos la voz del artista a quien he dedicado mi columna durante casi 15 años, y gran parte de mi vida.

Recuerdo como si fuera hoy, aunque han pasado algo más de 43 años, cuando en una tarde de paseo mi mamá descendió del carro, entró a una tienda de discos y regresó con “Directo al corazón” en sus manos. Sí, aquel niño que literalmente me flechó cual Cupido en cuanto lo escuché fue el mismísimo Sol de México, mi querido Luis Miguel. Desde el momento en que llegó a mi vida, para convertirse en el único artista capaz de acariciar mi alma con su voz, prometí acompañar y apoyar su carrera. A fuerza de ser sincera, creo que todo el mundo pensó que sería algo pasajero porque… ¿Qué niño cumple una promesa sin distraerse en el camino? En ese momento ni yo pensé que, con el correr de los años, ese lazo de cariño y admiración sería un gran motor en mi vida, que su música y su feedback en cada uno de los conciertos iban a ser mi mejor terapia y, como si esto fuese poco, que en el camino conocería a personas que compartirían esta pasión, las que terminaron siendo parte importantísima de mi vida.

Siempre fui una fan independiente, pero la llegada de Internet, de los foros y grupos de Yahoo, me permitió empezar a relacionarme con fans de mi país y del mundo entero. Me destaqué por ser muy activa en los foros dedicados a Luis Miguel, y esto me dio la oportunidad de colaborar en dos clubes de fans oficiales de Argentina durante un par de años.

En el año 2010, la bendita tecnología me permitió conocer a la distancia a Alejandro Basteri —hermano de Luis Miguel—, quien estaba dando sus primeros pasos como presidente del consejo directivo de Sexenio México, medio de comunicación poblano, junto a uno de sus mejores amigos, como presidente del consejo de administración, el recordado Gerardo Islas. En los primeros meses del año 2011 conocí al director de Sexenio Puebla, el que también escribía una columna dedicada a la política, tema que por cierto nunca fue de mi dominio —solo sé lo justo y necesario—, pero la pasión con la que abordaba cada uno de esos temas logró atraparme. Este gran escritor y periodista resultó ser el director general de este medio, mi querido Mario Alberto Mejía, quien apostó por esta servidora a la hora de invitarla a escribir una columna dedicada a Luis Miguel en Sexenio México. Voy a confesarles que me sorprendió aquella propuesta, nunca imaginé que alguien pensaría en mí para esta hermosa labor, y mucho menos cuando toda mi vida la he dedicado a los números. Jamás olvidaré sus palabras cuando le pregunté cuál era la idea acerca del tema a abordar en esa columna: “Te conocemos como la fan número uno de Luis Miguel, ¿de quién más querríamos que escribieses?” Les juro que animarme a encarar ese nuevo reto ha sido de las mejores decisiones de mi vida. Contar con esta columna me ayudó a llegar muy lejos y a descubrir un nuevo mundo para mí, el de la comunicación, el que amé desde el primer día. Me fascina el periodismo con mayúsculas, el que informa con la verdad, el respetuoso, empático, las mesas de café en las radios y, por supuesto, la televisión. Como dije más arriba, esta columna fue mi aliada para darme a conocer no solo entre los medios de comunicación más importantes —los que acuden a mí como fuente más que confiable con respecto a Luis Miguel—, sino también me llevó a cumplir un sueño que jamás imaginé. ¿Qué creen? El mismísimo Sol de México sabe que Euge Cabral es quien escribe la única columna en el mundo dedicada a un artista y, para mi plena dicha y felicidad, con el tiempo terminó reconociéndome en la multitud.

Cuando nació la columna me dediqué a contar mi historia como fan desde el inicio, relato que me hizo viajar por mis recuerdos, para darme cuenta de que Luis Miguel siempre estuvo a mi lado. Su música me ha acompañado en las alegrías, pero sobre todo en las tristezas, ayudándome a transitarlas, porque cuando la vida golpea duro, refugiarme en su voz ha sido un gran bálsamo para el alma. Con el tiempo decidí abrir este espacio para conocer historias de otros fans, y descubrí que todos coincidimos en algo: en que Luis Miguel no solo es la mejor voz latina de la historia, sino que vino al mundo con un legado, ya que esa voz, su mirada y su sonrisa son capaces de sanar un corazón herido. Luis Miguel tiene magia a su alrededor, y un ángel tan especial, que disfrutar de su voz y de su presencia termina siendo una necesidad primaria para sus fans.

Ser fan de Luis Miguel no solo es ser su incondicional en el más amplio sentido de la palabra, es haber crecido junto a él, celebrando sus triunfos como si fueran los míos propios, acompañarlo a la distancia con una oración y sufrir en silencio los tiempos difíciles que le tocó vivir. Es sentir que su felicidad es la mía, porque si me hace sentir tan dichosa y orgullosa, merece vivir eternamente con una sonrisa en el alma. Ser su fan es vivir apasionadamente, con una sensibilidad especial a flor de piel, es llevarlo tatuado en el corazón, y siempre, pero siempre, proponerte un nuevo sueño a concretar, porque sabes que él se encargará de hacerlo realidad. Los fans somos personas como cualquier otra, tenemos un trabajo al que le dedicamos muchas horas, familia, amigos de la vida, deberes y responsabilidades, pero con la diferencia de que invertimos tiempo en disfrutar y vivir este amor y admiración sin miedo a ser juzgados, porque nos hace bien y nos completa.

Luis Miguel debería ser declarado la Octava Maravilla del Mundo y Patrimonio Nacional de México, ¿no les parece? Porque ni en mil años habrá otra voz que pueda igualarlo, y porque enaltece el nombre de México a donde quiera que vaya. Los fans amamos esta tierra porque supo transmitirnos ese lazo tan fuerte que lo une a este país que lo vio nacer como artista. ¡Sin dudas México tiene al mejor embajador!

Si se dan la oportunidad, aquí me encontrarán hablando siempre de Luis Miguel, de lo que nos hace sentir y lo que vivimos junto a él, como así también me encargaré de mantenerlos informados con las últimas novedades respecto a su carrera. Aquí podrán conocerlo de verdad y darse cuenta de que la prensa amarilla ha intentado manipular su juicio con información falsa y malintencionada.

Gracias nuevamente a Mario Alberto por la invitación a formar parte de la gran familia de Hipócrita Lector, y a ustedes, mis queridos lectores, por el privilegio de contar con su atención durante este ratito.

Hasta una nueva entrega,

Euge Cabral

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