Desde 2018 inició el acoso sexual, pero en 2021 las cosas subieron de tono, y Eduardo Alcántara, a la sazón secretario general del PAN, cruzó la línea con la exregidora Erika de la Vega y le ofreció dos opciones a cambio de darle la candidatura a la alcaldía de San Pedro Cholula: sexo o un millón y medio de pesos.
Erika, indignada, lo denunció en dos carriles: en el judicial y en el electoral.
En este último, por Violencia Política de Género, padrón en el que está incluido desde hace tiempo.
(Sobra decir que también está inhabilitado por tres años para acceder a un cargo público).
El exdiputado ha puesto múltiples pretextos para no presentarse a las audiencias, pero este jueves deberá hacerlo en la Casa de Justicia.
Ahí se definirá si es vinculado o no a proceso…
Siempre y cuando no esté de viaje o se haya enfermado de COVID por tercera vez.
Sorpréndase el hipócrita lector: ésas han sido las causas a las que ha recurrido para diferir las audiencias.
Puercos hablando de lodo. Un señor acusa a otro señor de ser el más corrupto del mundo.
En respuesta, el otro señor exhibe al primer señor con datos contundentes.
Los dos señores saben que son sucios, pero ante la opinión pública se venden como impolutos.
(Las palomas blancas siempre quieren ser blancas, aunque tienen el alma negra).
Todo esto sucede actualmente en España, donde el presidente Pedro Sánchez vive su peor momento.
Tanto su esposa como uno de sus mejores amigos están involucrados en una trama de corrupción similar a la célebre Trama Gürtel, que tanto daño le hizo al Partido Popular.
En consecuencia, Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, ha exhibido a Sánchez y a todos sus cómplices.
Los dos partidos son un asco.
Y ambos compiten por ver quién es el menos sucio.
Es la realidad española.
Una realidad que toca muy de cerca al México del último siglo.
