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lunes, junio 16, 2025

La falsa censura y los cobardes que se ocultan en el anonimato

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Atacar desde las sombras es un acto cobarde.

El ciberasedio o ciberacoso es el pan con el que nos desayunamos todos los días.

Una mano oscura —oculta en el anonimato— teclea tuits infamantes porque su clandestinidad le sirve de blindaje.

Desde su condición de paria, agrede con furia y con sarcasmos vulgares.

Los piratas suelen ser procaces en sus expresiones.

El anonimato engendra monstruos que suelen irse en contra de las mujeres.

Son misóginos y sexistas.

Y buscan dar en el blanco con disparos ejecutados desde la negra noche del alma en la que viven.

Muchos de esos ‘gargajos’ de la historia reciente conviven entre nosotros.

Van a los actos públicos con su verdadera personalidad.

Tienen contacto con los personajes políticos del momento, en ocasiones, y hasta escuchan ciertas confidencias.

Una vez en la soledad de la red, escriben desde su cuenta falsa —y con toda impunidad— frases hirientes contra sus ‘amigos’.

(En ese momento, viven sus quince minutos de fama).

Suelen atacar a las mujeres que se dedican a la política con palabras tan miserables como ellos.

Por fortuna, esa impunidad ha terminado.

La denominada Ley de Ciberseguridad, presentada como iniciativa hace algunos meses por José Luis García Parra (coordinador de Gabinete del gobierno de Alejandro Armenta), acabará de una vez por todas con esa práctica deleznable.

Sorprende que haya voces que aseguren que la nueva disposición podría ser utilizada “para reprimir la libertad de expresión y la crítica hacia el gobierno”.

Confunden, es evidente, la cereza con la cerveza.

El trabajo periodístico no se verá menguado con esta ley.

Tampoco la libertad del periodista.

Lo que sí sufrirá daño será el ejercicio cotidiano de lanzar bolas de lodo desde las sombras.

El riesgo de firmar una columna o un reportaje es inherente al oficio periodístico.

Es, en consecuencia, un riesgo asumido con responsabilidad.

Los lectores conocen los nombres y los apellidos de estos personajes.

Y una de dos: los leen o no los leen.

Cada quien elige el plato que lleva a su mesa.

Ese riesgo, esa responsabilidad, no lo llevan a cuestas quienes atacan desde la zona oscura.

Por eso el uso se vuelve abuso.

La Ley de Ciberseguridad echará luz sobre esos territorios sombríos.

Y descubrirá los rostros y los nombres de esos piratas que atacan por la espalda.

No habrá censura.

Lo que sí habrá será certidumbre.

Y eso es lo que hay que celebrar.

Nota bene: justo cuando estaba concluyendo esta columna, me enteré de la petición que el gobernador Armenta le hizo a la presidenta de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso local en el sentido de realizar foros para analizar la Ley de Ciberseguridad “en lo correspondiente al ciberacoso”.

Es cuanto.

 

“Llamarse Olimpia”. Conocí a la talentosa Indira Cato hace cinco años a través de Olimpia Coral Melo.

Comiendo mariscos en Huauchinango, me enteré del proyecto que traía entre manos: hacer un documental sobre la creadora de la Ley Olimpia.

Este sábado, en Guadalajara —en el marco del prestigiado Festival Internacional de Cine—, “Llamarse Olimpia” obtuvo el premio Mezcal a la mejor película mexicana exhibida en el festival.

No es cualquier cosa: el documental de Indira Cato se impuso a películas como “Doce Lunas”, de Victoria Franco, y a un documental producido y dirigido por Diego Luna.

 

 

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