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lunes, mayo 19, 2025

Trama segunda: Los impostores Capítulo 1. Te tengo la de ocho

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Nota del autor

Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios

Trama segunda: Los impostores

Capítulo 1. Te tengo la de ocho

Liza Cocoletzi abrazó al periodista Eudoxio “Doxi” González y le dijo al oído: “Te tengo la de ocho”. Fueron a tomarse un café al Sanborns del centro. Al entrar se toparon con Rudy Kanán, un publirrelacionista metido al periodismo.

—Pinche pillo —dijo a sus espaldas, luego de darle un beso al aire aparentemente cariñoso.

Ya en la mesa, vieron de lejos a don Guillermo Pacheco Pulido, un político experimentado que solía hacer sus rondas diarias en el Sanborns. Liza lo saludó con una sonrisa al tiempo de pedir un té negro.

Don Guillermo era uno de los pocos políticos respetado y querido por la gente. Había sido presidente municipal de Puebla, dos veces diputado federal y asesor del presidente Carlos Salinas en un tema relacionado con la guerrilla zapatista en Chiapas: la célebre amnistía. Era un hombre culto, ponderado y de excelente humor.

—¿Qué me tienes, Liza? —le preguntó Eudoxio.

—¡El hijo de la chingada de Malagón acaba de saltarse una licitación en Infra para favorecer a su compadre Pepe Guarneros! Más que compadre, su cómplice. ¿Sabes cuánto se van a embolsar, Doxi?

—No sé. Dime tú.

—¡Unos veinte millones! Van a construir un falso puente atirantado —susurró mientras se pintaba los labios con un lipstick.

—No entiendo, Liza. Te la pasas alimentando la columna de Juan Pablo Vergara y ahora recurres a mí.

—Es que tú eres el periodista más informado de Puebla. Lo de Vergara es el chisme. Quién se acuesta con quién, quién se la chupa a quién, quién roba en qué nómina. Tú en cambio eres un periodista serio, profesional, ético.

Justo en ese momento, apareció Vergara. Tras saludar a don Guillermo y a sus amigos, se acercó a la mesa de Liza y Doxi. El saludo fue cariñoso.

—¡No sabes cómo quiero a este cabrón! —dijo Cocoletzi refiriéndose a Vergara.

Eudoxio González sonrió por compromiso. Sabía que lo que saliera de Liza era paja, simulación en abonos. Era capaz de calumniar a cualquiera de los ahí presentes, incluyendo a las meseras vestidas de Adelitas.

Doxi se despidió asqueado. Al verlo a la distancia, Liza le comentó a Vergara: “Pobre cabrón. Está celoso de ti. ¿Lo sabías?”.

—¿Por qué lo dices?

—Porque me acaba de decir que tu columna está hecha de puros chismes, que no la reporteas. Me acusó de filtrarte información todos los días.

—¿Eso te dijo?

—Sí. Dice que él es un periodista serio, profesional, ético, y que yo prefiero alimentar tu columna por encima de la de él. ¿Qué le hiciste? ¡Ya nadie lo lee! Pobre Doxi… ¡Mira quién llegó! ¡Malagón! ¡Pinche corrupto! ¿Sabías que le acaba de dar una obra a su compadre ladrón saltándose un concurso?

(Continuará).

 

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