A Memo del Bosque se le deben estupendos programas noventeros de televisión como El Calabazo, Otro Rollo o Cien Mexicanos Dijeron; así como el canal de videos musicales, Telehit. Lo que yo le debo, quiero decir, lo que mi familia le debe, es nuestra resurrección de entre las cenizas.
En 1993 mi papá se fue a la ruina debido a una sucesión de eventos desafortunados auspiciados por el alcohol, la fiesta y malas amistades.
A ese derroche de comidas en el Miyakos de Perisur donde circulaban botellas de Martell y Chivas Regal como agua de tiempo, y a sus escapadas a la playa auspiciadas por la American Express Golden, se le unieron la deuda del predial, el desalojo de su primer negocio por cambio de dueños y un tumor en la columna vertebral que lo incapacitó por un año.
La cochina enfermedad y los cochinos amigos fueron los culpables de que vendiéramos hasta la medalla de mi graduación de la primaria y, por consiguiente, los autos.
Una época escabrosa que mis padres recuerdan entre lágrimas y risas.
Apenas pudo ponerse en pie, papá abrió un changarro del tamaño de lo que antes era tan solo su oficina y compró por tres mil pesos un Galaxy 1971 al que bautizó como La Nave Infernal.
Para enchular la lancha de metal, papá decidió aprovechar la pintura sobrante que utilizó para la fachada de su nuevo negocio: negra para esconder el óxido, blanca, azul y rojo en la cajuela a modo de la bandera de Estados Unidos. Terrible.
Asegurábamos las puertas con lazos de ixtle, los mismos que usábamos para tender la ropa y nuestros pies tenían que encontrar lugar entre los restos de piso sino queríamos dejarlos al aire al estilo de los Picapiedra.
A La Nave Infernal, le siguió un Renault con la leyenda TAXI en las puertas y después, un Oppel prestado. Nuestra cochera quedó huérfana durante años pues era menos vergonzoso llegar a pie y en silencio que entre el ruideral de motores viejos y el humo negro de sus escapes.
Una vez que nuestra economía mejoró, papá comenzó a buscar autos en el Aviso Oportuno.
Se vende Cougar XR7. Negro,1993.
Impecable. $62,000.
Tel. 6-89-56-26. Ext. 301.
Guillermo del Bosque.
Imagino la llamada:
—Oficina del productor Guillermo del Bosque, buenas tardes.
—Buenas tardes, señorita. Llamo por el anuncio del Cougar.
—Un momento, por favor —suena Para Elisa de Beethoven. Papá duda, se pregunta ¿será que sí? y espera.
Un tipo a todo dar, sencillo y relajado, todavía era esposo de tu tocaya, Mónica, me dice papá por teléfono cuando le pido que me cuente la historia.
La cita fue ese mismo día a las seis de la tarde en las instalaciones de Televisa San Ángel. Mamá se arregló a lo Verónica Castro, papá se puso traje para la ocasión y mi hermana adolescente se vistió con sus mejores ropas adolescentes: playera y Converse.
De los sesenta y dos mil pesos que Memo pedía, acordaron sesenta mil porque muy productor famoso y mucho Televisa, pero negocios son negocios y en ello, papá siempre lleva las de ganar.
Aquella noche mientras abría la puerta de la casa, alcancé a ver a mis padres y mi hermana en la cocina, sonrientes y expectantes a que yo cruzara el patio. Entre la oscuridad noté que la cochera brillaba, la recorrí de adelante hacia atrás dando tiempo a mis pupilas de dilatarse y lo reconocí.
Un hermoso Ford Cougar XR7, negro, deportivo, con vestiduras de piel y un puma de perfil con el hocico abierto demostrando su poderío. Una verdadera nave infernal que corría como bestia sigilosa, de piel auténtica, quemacocos, totalmente eléctrica y, lo mejor de todo, con piso y alfombra para relajar los pies.
Poder comprarle el Cougar a Memo del Bosque hubiera sido lo mismo que comprárselo a Memo Buendía o a Memo Malacara, sin embargo, sucedió así y la anécdota adquirió un significado surreal.
Memo del Bosque, nos sacó de pobres, diríamos durante muchos años. Descanse en paz.