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viernes, febrero 28, 2025

A un Blue Demon llamado Nacho Juárez (en su partida / en su permanente reinvención)

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Durante cerca de diez años, Nacho Juárez y yo estuvimos en un equipo que generó tres diarios: 24 Horas Puebla, ContraRéplica e Hipócrita Lector.

Su pasión por el periodismo nos llevó a subirnos a un barco camaronero que a veces pescó tiburones y ballenas.

Y como en las buenas pescas, hasta un Moby Dick cayó en nuestras redes, aunque resultó ser un cachalote tímido e inofensivo.

Nacho es un hombre bueno doblado de un periodista sagaz.

El sabor de la sangre, sin embargo, lo ha movido en muchos momentos a cruzar oceános, mares y ríos.

Y en esa caza mayor siempre fuimos juntos.

Tuvimos divergencias.

Faltaba menos.

Pero gracias a ellas, las coincidencias nos unieron.

Hoy que se va a un nuevo proyecto —que con él al frente tiene asegurado el éxito y la fama—, es inevitable dedicarle palabras entrañables cuajadas en el cariño y la admiración.

He conocido en las últimas décadas a muchos periodistas.

A pocos de ellos los respeto tanto como a Nacho.

No caben en los dedos de una mano.

En estas páginas dejó lo mejor de él, aunque su pluma imbatible me hizo perder, en ocasiones, amistades y compañeros de ruta.

Es el riesgo del verdadero periodismo.

Tuvimos muchos “no” en estos años.

Y discusiones febriles que culminaban en catarsis.

Valió la pena todo eso en aras de lo que construimos.

La semana pasada, cuando me comunicó su decisión, tuve emociones encontradas.

Lo que me dijo, me entusiasmó y me generó tristeza.

Lo primero, porque irá a un proyecto brutal en el que ya tiene metido la mitad de su uno noventa de estatura.

Y lo segundo, porque a compañeros como él se les extraña desde el primer minuto.

En su generosidad, debo decirlo, me invitó a hacer dos podcast por lo pronto: uno que estará basado en mi novela “Miedo y asco en Casa Puebla” y otro que tendrá como sustento “Se dicen cosas horribles de ti”.

Gracias siempre, querido amigo.

Nuestra amistad enfrentó toda clase de intrigas desde que arrancamos juntos, pero para nuestra fortuna nunca prosperaron.

Un abrazo desde aquí al periodista, al ser humano y al padre feliz de sus dos brillantes hijos.

Nota bene: a partir de ya, la luminosa periodista Claudia Mallén ocupará el lugar que deja Nacho.

Su profesionalismo y su talento nos seguirán llevando a un buen puerto.

El barco camaronero goza de cabal salud.

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