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viernes, febrero 28, 2025

Una presidenta contra los vampiros del Senado

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Eran los tiempos de López Portillo.

La calma chicha se respiraba en el ambiente.

En una reunión con intelectuales, un escritor de baja monta le solicitó al entonces presidente electo que pusiera a su hermana Margarita al frente del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

“¡Esa Mayo!”, exclamó el presidente entre risas.

Nadie secundó la propuesta.

Margarita López Portillo, Mayo, pretendía ser escritora y experta en sor Juan Inés de la Cruz, pero su prosa no le daba para estar al frente del INBA.

Los intelectuales de la época la bautizaron como La pésima musa, parafraseando el término con el que se conocía a sor Juana: La décima musa.

La sensatez se impuso a medias, pues la Mayo fue enviada a dirigir Radio, Televisión y Cinematografía, mejor conocida como RTC. (En esos tiempos, Imevisión formaba parte del organismo y ahí fungía como secretario particular un muy joven Tony Gali Fayad).

Pero el nepotismo estaba desatado.

El presidente nombró a su hijo, José Ramón, subsecretario de Programación y Presupuesto, al lado de quien con los años sería su sucesor: Miguel de la Madrid.

“(José Ramón) es el orgullo de mi nepotismo”, se jactó.

Esa figura navegó la larga noche priísta (en todas sus variantes) hasta hace poco.

Y es que la presidenta Claudia Sheinbaum envió una iniciativa que acababa de una vez por todas con el nepotismo.

Pero siempre hay un “pero” en la sopa.

En el Senado, Adán Augusto López Hernández y Manuel Velasco —gran padrote del Verde Ecologista— se las ingeniaron para que el nepotismo fuese enviado al basurero a partir de 2030, y no de 2027, como quería la presidenta.

El inefable senador Noroña, experto en comerse sus palabras, justificó la trampa argumentando que se había “ponderado la unidad”.

Pero en La Mañanera de este miércoles, la presidenta les corrigió la plana y le pidió a Morena, su partido, que para el 2027 no proponga a ningún familiar para algún cargo con el fin de evitar el nepotismo y, en caso de que alguien lo llegue a hacer, se verá muy mal y el pueblo lo juzgará.

Textualmente dijo: “Para el 2027 esperemos que al menos el partido político del que yo provengo no ponga a ningún familiar de uno u otro cargo. Creo que, además, eso está en los estatutos de Morena. Espero que se respete para el 2027”.

Esta fe de erratas de la presidenta es brutal.

Y no gustó, hay que decirlo, al interior de la cúpula morenista.

No gustó tampoco en cierta quinta de Palenque.

¿Y qué decir del Partido Verde: esa cuna de lobos disfrazados de corderos?

(Los verdes: tan hábiles en el arte de mamar y dar topes al mismo tiempo).

¿Quiénes se atreverán a ir en contra de la presidenta?

Las apuestas están abiertas.

Por cierto, regresando a los tiempos de López Portillo hay que decir que en 1981, un año antes de que concluyera el sexenio de nuestro Nepote, éste tomaba “decisiones que representaban una inversión de mil 400 millones de pesos por hora”, según estimaciones del poeta y ensayista Gabriel Zaid.

“Ningún monarca del mundo tenía, en términos relativos, un poder semejante”, agregó en su momento el autor de “Cómo leer en bicicleta”.

Al final de su vida, López Portillo, postrado en una silla de ruedas, terminó comiendo papilla de verduras marca “Gerber” de manos de su esposa: Sasha Montenegro, el sueño húmedo de millones de mexicanos.

Justicia poética, pero a la inversa.

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