Al hacerse oficial la declaratoria de seis cárteles mexicanos como grupos terroristas globales, la gran pregunta es: ¿Donald Trump irá hasta el fondo para su persecución, lo que implica golpear su bolsillo y emprender acciones en tierra para mermarlos lo suficiente que provoque su declive? Si es así, entonces, habrá muchas víctimas colaterales en el camino, mismas que han estado sometidas al férreo control de estos grupos por la inacción de las autoridades que permitieron la existencia de zonas de control exclusivo del crimen. Ahí está el caso de los limoneros, los productores de aguacate y todos aquellos cuya actividad genera grandes sumas de dinero por el cobro de derecho de piso. En las investigaciones por lavado de dinero seguramente aparecerá el origen y, en consecuencia, eso abrirá una investigación. Si el dinero salió de alguna de las cuentas fiscales o bancarias de los afectados, se convierte en personas de interés sin que tengan que deberla. Peor aún, si una de las empresas ha sido tomada como rehén del crimen organizado, entonces, de facto estará en la mira para congelar sus cuentas y confiscar todo lo que tenga. Hay casos como Hamas, ISIS o Al Shababen que Estados Unidos no ha hecho nada pese a tener la categoría de grupos terroristas globales. Operan sin restricción y la Agencia Central de Inteligencia sabe todo de ellos. Ese es el doble juego de nuestro vecino el Tío Sam. El otro punto central en esta discusión es el abasto de drogas. EU es el mercado por excelencia para el consumo de estupefacientes y las crisis que enfrentan por el fentanilo o que enfrentaron en el pasado como el crack son producto de sus propias políticas, intereses y corrupción. El problema de opioides fue consecuencia un acto de corrupción en el que la industria farmacéutica hizo su agosto. ¿Quién permitió que pasara? Toda la clase política estadounidense que es rehén de los lobbies y sus multimillonarias contribuciones económicas a las campañas tanto de demócratas como de republicanos. A través de este combate frontal a los cárteles mexicanos se podrá, a lo mejor, frenar el trasiego, pero qué pasará con el mercado de consumidores. La respuesta a botepronto es que otros grupos criminales cubrirán la demanda. Estamos frente a la Hidra y se le quiere cortar solo unas cuantas cabezas. En realidad, Estados Unidos siempre ha necesitado fabricar enemigos para justificar su preeminencia planetaria. Lo hizo con Vietnam, con la lucha contra las drogas, contra el comunismo, el terrorismo y ahora va por los cárteles mexicanos. Es la estrategia de pan y circo con la que Donald Trump pretende convertirse en el bully planetario por excelencia porque eso le dejará jugosas ganancias para sus empresas y su gobierno. El problema es que su estrategia siempre tiene saldos muy costosos. Ahí está la estocada mortal que le dio a la democracia de EU y que le permitió regresar a la Casa Blanca. En el caso de los cárteles, pagaran justos por pecadores, pero el Tío Sam ha hablado y decidido.