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viernes, diciembre 6, 2024

Aquí vive el presidente y el que manda vive enfrente

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La frase: “Aquí vive el presidente, y el que manda vive enfrente”, tiene una interesante carga de significado en la historia política de algunos países, particularmente en América Latina.

En general, se interpreta como una crítica velada a las aparentes diferencias entre el poder formal y el poder real en algunos regímenes políticos.

Aunque no se puede rastrear a una única historia o país de manera exacta, la expresión refleja la idea de que, aunque un presidente sea la figura de autoridad visible (es decir, la que ocupa la Casa Presidencial o el Palacio de Gobierno), el verdadero poder no necesariamente reside en esa persona, sino en alguien o algo más que se encuentra “enfrente”, es decir, en una posición distinta o incluso detrás del escenario.

Esta frase se ha utilizado en varias ocasiones en contextos políticos donde se ha sugerido que el poder real podría estar en manos de una figura de influencia oculta o de un grupo que maneja los hilos del poder desde las sombras.

Es una metáfora de las “mentes detrás del trono”, donde el presidente o líder público tiene un rol visible, pero no tiene el control total de las decisiones cruciales del país.

En México, este fenómeno se originó debido a
la estructura del Partido Nacional Revolucionario
(PNR), en 1929, que fue fundado por Plutarco Elías
Calles a través del cual consolidó su dominio sobre
la política mexicana.

Durante este tiempo, se dice que esta frase era una especie de comentario popular y una crítica sobre la situación política del país en esos años.

El poder real lo ostentaba Calles, a pesar de que formalmente no ocupaba el cargo presidencial, y los presidentes que lo sucedieron: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, eran meros monigotes.

Esta frase se refiere al período del “Maximato” en
México, un tiempo en que, aunque Plutarco Elías
Calles no era presidente, continuó ejerciendo un
poder casi absoluto sobre el país.

Esta frase refleja la “dualidad del poder” en ese
período, comprendido entre 1928 y 1934, después
de que Plutarco Elías Calles concluyera su mandato
presidencial.

Durante estos años, Calles mantuvo un control
político muy fuerte sobre México, a pesar de que los
presidentes formales eran otros.

Estos presidentes lo reconocían como Jefe Máximo de la Revolución, fluctuaron entre resolver los problemas planteados por la Revolución o abandonarlos.

En lugar de asumir el poder formal, Calles se encargó de manipular las decisiones gubernamentales desde las sombras, haciendo de la presidencia una figura subordinada a su voluntad.

Aunque la frase es muy conocida y se menciona
comúnmente en el contexto del Maximato, no es
una cita exacta de un documento histórico formal,
sino una expresión popular que encapsula la realidad política de ese tiempo.

Sin embargo, está bien documentada y se hace referencia a ella en muchos análisis históricos, libros y estudios sobre el período.

Hay algunos textos y fuentes que documentan la época del Maximato y explican esta relación de poder, aunque puede ser difícil encontrarla como una cita textual en los libros.

No obstante, estos textos explican el fenómeno político al que hace referencia la frase.

Por ejemplo: un escritor de aquella época se refirió a Ortiz Rubio como “nada más que una marioneta manipulada por un oculto Mefistófeles: Calles”

“La historia general de México”, bajo la coordinación de Don Daniel Cosío Villegas, es uno de los estudios más importantes sobre la historia política de México y proporciona un análisis profundo del periodo del Maximato.

Cosío Villegas menciona la figura de Plutarco
Elías Calles y cómo, a pesar de no ser presidente,
seguía controlando el país a través de sus sucesores.

Si bien no se menciona literalmente la frase, Cosío Villegas discute la dinámica de poder que le da sentido a la misma.

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