Un día te despiertas y te dan ganas de picarle el trasero a alguien. Y, ¿por qué no?, se te ocurre ir a un festejo que congregará a la crema y nata de los empresarios. Justo en la cena le pides a alguien que te grabe con el celular ese bonito juego de primaria: pícale el culo al que se deje.
Total que te graban haciendo el clásico de la escuela. Lo subes a TikTok. Muchos ríen, otros se enojan, pero tú te burlas de todos: te subiste a un avión privado en respuesta a las serias críticas que te hicieron y por el mal momento que le hiciste pasar al líder de los empresarios poblanos.
Quizá tu tío, el famoso tío Tony, hasta te festeje porque aprendiste muy bien del morenovallismo el juego aquel propio de la escuela a la que fuiste (dicen que en ese sexenio les gustaba tocarse el trasero, vaya usted a saber). Lo bueno es que no se te ocurrió lanzar un beso mientras alguien se agachaba, porque ya sería demasiado.
Eres bien popular en TikTok, eres todo un influencer. Y eso no te lo quita ni Mark Zuckerberg ni Jeff Bezzos y mucho menos Q-Anon. Te hiciste famoso por agarrarle las nalgas a todos los representantes empresariales. Sí, qué risa, esa vieja imagen propia del machismo, del bulliying de la secundaria, de jugar a quien es más fuerte, de humillar a los demás. Sabes bien que los abusivos fueron víctimas de algo en su casa o en la escuela. Eres su reflejo, quizá, sin que lo recuerdes, no te dejaban de picar el culo, o viste cómo tu papá lo hacía y hasta se olía los dedos después del acto.
Y no es que nos pongamos moralistas y que neguemos nuestra participación y desmadre propio de la edad, tampoco somos santos, lo dijo en su momento el filósofo de Nativitas Cuautempan, Mario Marín Torres, hoy inquilino en una prisión de la Riviera Maya.
Lo malo es que ahora, después de que estás ya en chirona, eso de picar culos, no creo que sea de lo más correcto y menos que ahora hagas el TikTok desde la cárcel. No me imagino que estando ahí con algunos delincuentes se te ocurra jugarles la travesura, la respuesta podría ser desastrosa, bueno, al menos, la venganza será terrible. Ojalá en las tienditas del Cereso vendan Vitacilina, ¡ah qué buena medicina!
Te acusaron de vaciar Casa Puebla, de llevarte unos muebles que supuestamente son de tu tía y por eso ya no tienes apellido, ahora eres tan solo una N. Te dicen Bernardo N. Traes en tus fotos una cinta negra en los ojos porque ya estás señalado.
Y todo porque representaste ese estilo de hacer política del junior, del Gerardo Islas, de ese nuevo rico que a todos le dices “bro”. Sacaste fotos de Instagram, usaste frases de autosuperación, pero ahora eres más moderno: le picas la cola a todos en TikTok. Eres el empresario y el político que todos aspiran a ser: el de la sociedad del cansancio, el del amor líquido, el que no lee, el que no valora, el que ya no siente, porque te lo dijeron tus maestros morenovallistas: “no valen las emociones. Eso es de débiles y vulnerables”.
Te refugiaste además en los brazos de Manzanilla N, otro personaje salido de esa burbuja que no conoce más que los campos de golf, de la intriga palaciega y de aventar celulares y platos de huevo con frijoles, de acusar a sus adversarios, pero hacer lo mismo.
Pasarás la navidad en la cárcel. Ojalá den pavo de cenar y aunque sea unos frijoles refritos La Costeña, unos chililtos en vinagre y si se puede que te graben un TikTok.
Ah, pero no te preocupes, tu tío y tu tía ya tienen sus muebles y el notario Meza Espejel también estarán en su casa con su suéter ridículo, sus calcetines en la chimenea, bebiendo ponche y cantando villancicos. El favor que le hiciste a tu tío, por órdenes de Manzanilla N., su mejor amigo, se cumplieron. Todos estarán en casa festejando y tú quizá estés brindando con El Pocaluz o con El Grillo.
No te apures, al final todos son criminales.
Y a lo mejor, ahí en los separos alguien quiere ponerle la cola al burro.
En fin. Estos influencers de última generación han de estar locos.
