Alejandro Armenta Mier no es Miguel Barbosa Huerta y eso lo tendrá que escribir con letras de oro durante su campaña. Debe evitar, a como dé lugar, que se piense que los comicios constitucionales serán la calificación para el exgobernador oriundo en Zinacatepec.
El aún senador debe sacudirse esa cosa llamada legado barbosista, si es que quiere arrasar en las urnas. Tiene dos ventajas, el estilo personal de Sergio Salomón Céspedes, que en nada se compara con el de su antecesor, pues hay diálogo, respeto con los grupos políticos, puente de comunicación con el gobierno federal y obra pública. No es mal visto el actual gobernador, al contrario.
La segunda ventaja es que Armenta no creció ni es un producto hecho a la medida gracias a Barbosa; al contrario. Hubo una época en la que no se podían ver ni en pintura. Si bien hubo un punto en el que ambos pactaron la paz, fue más por una estrategia y porque tenían un enemigo en común.
Mientras tanto, Eduardo Rivera Pérez debe subir el tono si es que quiere darle la pelea a su adversario en Morena. Su candidatura por el Frente Amplio por México estaba lista desde hace más de un año, pero su indefinición, sus titubeos, el no congregar a todos los grupos políticos y empresariales que lo respaldaron en el 2021, han hecho que Morena le coma el mandado rumbo al 2024.
Aún así, Rivera tiene con qué competir porque la diferencia que mantiene con su adversario Armenta no es tan alta, según las encuestas publicadas —confiables o no, es lo único que existe para cuantificar y pronosticar.
Rivera debe limitar —con muchísimo tacto— a los priistas que trabajan para Morena. Serán agentes dobles en este enfrentamiento. Tendrán (tienen) información de primera mano que la comparten con el adversario. No es que sea traición, es más bien supervivencia política.
Es la primera vez que buscará la gubernatura y en la que los vientos no necesariamente soplan a favor del Frente Amplio por México.
Xóchitl Gálvez es un producto hecho de muchos retazos: un día es trotskista, otro día es panista, otro es priista, otro se pone la chaqueta del PRD y otro más suelta un tuit en X de apoyo a la ultraderecha argentina. Esa indefinición —parece que el teleprompter nunca le funcionó— ha hecho que se desinfle el llamado fenómeno Xóchitl.
Rivera Pérez ya no cuenta con el apoyo de un gobernador como en su momento fue Miguel Barbosa. Ya no tendrá ese manto protector. Aún así, su inteligencia consistirá en saber capitalizar con las clases medias y la zona conurbada de Puebla el rechazo —que sí existe— al obradorismo.
Una ventaja que tiene Armenta sobre Rivera es que la campaña interna de Morena lo posiciona a él y a la marca del partido Morena por encima, ya que el PAN (no hablemos ya del Frente) está en el imaginario colectivo del ciudadano.
Un punto a favor que tendrá Rivera es que, al no haber contienda interna en el Frente, no hubo un desgaste de dimes y diretes. Los medios de comunicación pusieron su atención en la contienda interna de los guindas.
En cambio, una bala con la que, seguramente, peleará el senador Armenta es la campaña de contraste en la ciudad de Puebla. ¿Qué tan bien o mal gobernó? El tema de la inseguridad. Y como el aspirante por el Frente a la alcaldía aún no se sube al ring para defender al actual presidente municipal, ese sería un tema que se explotaría.
Hay que hacer una aclaración, aquí no vamos a salir con el lugar común de no hay nada para nadie o que la moneda está en el aire. Los números hoy favorecen a Morena y su candidato, pero faltan siete meses para que esto culmine, así que no hay que comer ansias, todo puede pasar y los resultados no siempre son como vienen en las encuestas, ahí está el Estado de México.
¡Serenos morenos!