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jueves, noviembre 21, 2024

Manual para la guerra electoral

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¡Oh, buen señor, escúchame!

A la hora de tu nominación, háblame

Entre tus amigos íntimos, cuéntame

Cuando pases junto a mí, salúdame

Delante de los periodistas, abrázame

Si tienes que renunciar, olvídame

(…)

Te complazca, te alabe y te trabaje con amor.

Por los sexenios de los sexenios, amén.

¡Aleluya! ¡Aleluya!

¡Que cada quien agarre la suya!

(Plegaria a un diputado, Óscar Chávez, Parodias Neoliberales volumen 2; 1998)

 

 

Para lograr la nominación a la gubernatura se necesitan tres cosas: sesos, corazón y muchos huevos.

No puede ser un elemento mayor que otro.

El cerebro para saber leer, como bien dice Ignacio Juárez, al gobernador Miguel Barbosa y añadiría para entender al electorado que ya no es el que se conquista con templetes, confeti y matraca.

El corazón para que aplique la emoción.

Y los huevos porque se necesita aguantar de pie y con dignidad la carrera que ayer inició con el banderazo de salida del propio mandatario estatal en su mañanera y que sólo sobrevivirán los más fuertes y los que tengan menos cola que les pisen, si se me permite este lugar común.

Vamos a desmenuzar esta idea:

Al gobernador lo subestimaron sus enemigos.

Pensaron que este sexenio sería un día de campo y que harían lo que quisieran. No fue así. Resulta que Miguel Barbosa ha encarcelado hasta gente de su propio equipo como es el caso de Guillermo Aréchiga.

Ha resultado mejor fiscal que Gertz Manero, para que me entiendan. No ha dudado en dar golpes en la mesa y hasta este momento no ha solicitado licencia ni lleva una mala relación con López Obrador como han asegurado sus malquerientes.

Y me baso en hechos no en supuestos.

Al gobernador, hay que saberlo leer, comprender. No, no engaña con la verdad. Es más, no engaña, es directo, abierto y dice lo que piensa. No anda con simulaciones ni con medias verdades. No, no es fácil comprenderlo, porque estamos acostumbrados a ver en la política “que sí es no y cuando se dice que es no es sí”.

Así que romper nuestro paradigma es un tanto cuanto complicado.

El cerebro para observar y escuchar a los electores. Señores, eso de que los diputados suban su foto y que digan muy orondos en Twitter: “en reunión en la comisión de box y lucha, bla, bla, bla”.

Eso sirve para dos cosas: para nada y para una chingada. ¿A poco creen que con subir esas frases con sus fotos van a convencer a un ciudadano normal o a un estudiante lleno de barros y espinillas?

Por Dios, que alguien le abra los ojos a esta bola de narcisistas.

Cerebro para que dejen ya de contratar jefes de prensa que operan a la vieja usanza y que ya no hagan caso a esos columnistas que cada semana nombran a un nuevo contendiente. Esa política ficción de “destapar”, es del siglo pasado.

El corazón se necesita para la empatía con la gente. Sí, ya sé, es algo romántico, pero por favor, entiendan que esto no se presume en redes sociales, se hace y se demuestra. Corazón porque debe comunicar y tener como base que piense que solo con la venia papal puede ganar. No sean autómatas. Actualmente gana el outsider, sino se han percatado.

Finalmente, huevos, ovarios o como le quieran llamar.

¿Quién aguantará una investigación de la UIF? ¿Quién no ha comprado facturas? ¿Quién no está ligado al huachicol? ¿Quién no maneja recursos de procedencia ilícita?

De todos los delitos, ¿quién de los que aspiran podrá soportar la guerra interna y externa? Porque entre más largo el proceso de selección, muchos datos saldrán a relucir públicamente. Y muchos caballos tropezarán en el camino.

Les puedo asegurar que hoy por hoy no veo a alguien que esté libre de pecado y que realmente comunique. Veo políticos en Morena y PRIANRD que nacieron y se quedaron atrapados hasta los años 90.

El banderazo de salida ya se dio.

Ahora empezará la guerra sucia.

Quien tenga más saliva que trague más pinole.

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