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jueves, noviembre 21, 2024

En la mente del asesino

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¿Qué pasa por la mente de una persona para que la solución final a todos sus problemas sea asesinar a un semejante? ¿Cuánto vale la vida para un feminicida? ¿En qué piensa ese personaje para tranquilamente aniquilar a la mamá de su propio hijo de tres años?; el autor intelectual del crimen ¿tuvo que haber matado antes a otras personas para normalizar el homicidio, para ya no sentir nada? ¿Qué cerebro puede planear cada acción para borrar del mapa a la mujer con quien compartió alegrías, preocupaciones y tristezas?  

¿Cuánto odio puede caber en alguien?  

A muchos les desconcertó la detención de Javier López Zavala porque este personaje había vivido en las tripas del poder. Conoció los entretelones del gobierno y de la política. Se enriqueció de la noche a la mañana. Asistía a las orgías del marinismo. Escondió documentos comprometedores. Espió periodistas (eso me lo confió uno de sus plomeros), empresarios, políticos, enemigos, pero sobre todo a amigos y hasta las esposas de personajes importantes, para humillarlas a ellas o a su familia cuando fuese necesario.  

Extorsionó. Compró conciencias. Cuidó las espaldas del jefe. Llevaba los maletines llenos de dinero para tranquilizar a los inconformes. Envió a la policía a callar a punta de tolete y pistola a los revoltosos. Encubrió crímenes. Pensó que era guapo porque decía que andaba con quien quisiera. Se dijo intelectual. Un soldado del sistema que tiene información privilegiada. 

Con todo ese background, cualquiera se pregunta ¿Alguien con ese perfil puede dejar pistas? 

O pensando como la muy reduccionista politiquería poblana: “¿Cómo alguien que sabe toda la podredumbre humana y ha nadado en ella, está consciente de que es el primero en la línea en la investigación del feminicidio de su expareja? 

Y la respuesta es sí. 

El psicoanálisis clásico considera que el criminal de manera inconsciente deja las huellas en el lugar del crimen para que lo atrapen. Para que lo detengan. Una especie de autocastigo. No es así para la visión humanista de la psicología ni del cognoscitivo conductual, pero en la mente del criminal hay algo que grita a los cuatro vientos que sea detenido, que sea privado porque la culpa (que en público niega, pero que no lo deja dormir) lo delata. Sí, como el cuento del Corazón delator de Allan Poe. 

Un asesino que está en una tienda de relojes y que cada tic tac lo va desquiciando, además, los ruidos de los relojes son cada vez más fuertes y se confunden con el latido de un corazón que se vuelve estruendoso hasta que confiesa su crimen. 

Entendemos que López Zavala aún es un presunto culpable, pero la Fiscalía de Puebla no iba a detener un pez muy gordo, así como así. El riesgo político es muy alto. Si los chicos de Higuera Bernal lo hicieron es porque ya habían cuadrado todo. El fiscal sabe bien a quién detenía, no es ningún novato en el tema de la criminalística y menos de la política. 

Bajo ese entendido, ¿Qué pasaba por la mente de Javier López Zavala para actuar con premeditación, alevosía y ventaja? ¿Qué cosas no sabemos del hombre que quiso ser gobernador?  

Un personaje con el que, como periodista, nos tomamos varias tazas de café en cualquier restaurante de Puebla; lo acompañamos de gira en su campaña priista, que no aparentaba nada más que ser un fontanero del sistema y que alguna vez nos lo topamos en un Wall-Mart haciendo el súper como cualquier persona común y corriente, ese ¿puede ser el autor intelectual de un feminicidio?  

Todo parece indicar que sí. 

El caso Zavala horroriza porque una persona puede aparentar ser un humano cualquiera, pero en el fondo hay verdadera maldad, locura, además con visiones distorsionadas de la realidad.  

Uno se pregunta: ¿cuántos crímenes puede cometer una persona para que la solución a lo que para él es un problema sea asesinar a sangre fría a la mamá de su hijo? Para que lo vea normal.  

¿Cuántos Zavalas trabajan en los gobiernos federal, estatal, municipal? ¿Cuántos aparecen en las revistas de sociales con sus familias? 

¿En qué momento permitimos que el Leviatán asomara su cabeza y rompiera el pacto social? ¿En dónde estamos parados?  

Esta historia sirve para sentarse a reflexionar sobre la verdadera condición humana. 

Y la imagen final del caso Zavala es como el final de la película Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola cuando Marlon Brando interpreta al Coronel Kurtz y dice: 

“El horror tiene una cara… y debes hacerte amigo del horror. El horror y el terror moral son tus amigos. Si no lo son, entonces son enemigos a los que temer (…) Debes tener hombres que sean morales… y al mismo tiempo que sean capaces de utilizar sus instintos primordiales para matar sin sentimiento… sin pasión… sin juicio… sin juicio. Porque es el juicio lo que nos derrota. 

The Horror. 

The Horror. 

The Horror”. 

 

Coronel Kurtz (Marlon Brando; Apocalipsis Now, 1979; Francis Ford Coppola) 

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