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jueves, noviembre 21, 2024

En busca del señor Mier

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¿Quién es Ignacio Mier Velazco? En los años 90 fue uno de los hombres más cercanos a Manuel Bartlett, pues el entonces gobernador lo hizo presidente del PRI, diputado federal por Tecamachalco, en 1997, y de ahí saltó como asesor de Enrique Doger Guerrero en la Rectoría de la BUAP. Cuentan, que poco antes, perteneció al llamado Grupo INEA que lideraba Matilde del Mar y ahí se fue acomodando en la política aldeana. 

Cuando Doger asumió la presidencia municipal de Puebla, Nacho Mier se hizo uno de sus funcionarios de más confianza. Él y Alberto Ventosa Coughlan estaban en un grupo. Javier Casique Zárate y Omar Álvarez Arronte, en otro. Entre ambos grupos había pugnas, la relación era ríspida, enojos, gritos y sombrerazos. Alguna vez, Omar Álvarez en público le propinó una tremenda cachetada a Mier. 

Algunos funcionarios municipales que apoyaron a Doger acusaron a Nacho Mier por provocar rencillas y prefirieron irse con sus odios y rencores a rumiar por otros lados. Mier se quedó hasta el final con Doger y con Manuel Bartlett.  

Los que conocemos a Mier podemos decir que es brillante, tiene una gran charla, de hecho, tiende a caer bien y es alguien que siempre tiene el punto de vista que uno andaba buscando, empero, su problema es que no sabe operar.  

En corto, es muy agradable y preparado. 

Quizá como asesor sea muy ducho y para armar la intriga y la grilla lo sea más. No obstante, como operador político es terrible: lo fue en el PRI, lo fue en la BUAP, lo fue en el ayuntamiento y ahora lo es en la Cámara de diputados. 

Tan mal operador es que cuando fue a su patria chica, Tecamachalco, con el pretexto de la Reforma Eléctrica, un grupo de campesinos lo confrontó, le gritó, lo señaló, mientras él, nervioso, bebía su botella de agua. 

Lo ocurrido el domingo, digan lo que digan, es un fracaso. No importa que sea un juego de ajedrez, no importa cómo se quieran justificar, pero una derrota es una derrota. Mier, por más que estiró los tiempos, no obtuvo un triunfo, no operó políticamente y los resultados están ahí. 

Operar atacando es amenaza. Tiene un estilo muy extraño de hacer política. Acusó de “traidores a la patria” a la oposición, manda mensajes amenazantes —a través de sus propios medios—, incluso, a los gobernadores de Morena, en ese mismo estilo lo hace con sus críticos ya sean políticos, organizaciones y hasta periodistas. 

¿Cómo piensa ganarse la confianza si desde el principio él ataca? Mier, a todas luces, se encarga de dinamitar cualquier tipo de lealtad. Él es bueno para estar a la sombra, en la parte de atrás, nunca al frente, porque es demasiado vulnerable. No por nada alguna vez lo cacheteó en público Omar Álvarez Arronte. 

¿Soberbio? Sí, por supuesto. Un ejemplo es que él se distanció del mandatario poblano en vez de acercarse y pactar con él. Prefirió irse a los brazos de Mario Delgado, quien tiene el mérito de ser el primer líder nacional de un partido en el poder de acarrear votantes. Es inimaginable ver a un líder como Jesús Reyes Heroles haciendo personalmente la operación tamal. Y no es que en sus años como dirigente del PRI no se acarreara, eso siempre ha pasado, pero para eso había encargados. Mario Delgado vulgariza la imagen del líder. 

Nacho Mier es soberbio porque su grupo de empresarios poblanos fue a rendirle pleitesía a su candidato a la Presidencia de la República, Marcelo Ebrard Casaubón. Ahí estaban bañaditos y recién salidos del salón de belleza presurosos por salir en la foto y pensando a ver a qué horas alguno de ellos podría decirle al carnal Marcelo: “las horas que usted diga, mi señor” u “ojalá que me diga que vuelan los cocodrilos para que le responda, que sí tantito, pero de que vuelan, vuelan”. 

Nacho Mier actúa como el abanderado a la gubernatura y aún no lo es. Tan es así, que al carnal Marcelo le mandó un lindo ramo de empresarios —acarreados—mostrar su “músculo”. 

Pobre Mier, tan lejos de Puebla y tan cerca de Mario Delgado. 

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