En la política y el periodismo lo que más existen son los “operadores”. Esos que salen de las alcantarillas en plena época electoral. Son esos mismos que les piden a los periodistas que ya no ataques al candidato y, si no hay elecciones, que no critiques al funcionario (de secretario de despacho hasta el analista de la dependencia); que por favor “cuides al amigo”. Esos que te buscan y te dicen: “Yo te lo arreglo. Nos sentamos a comer con él, pero échame la mano. Ahí te encargo”.
Cuando uno es novato, por lo regular esos “operadores” que van desde el jefe de prensa hasta militantes de partidos políticos les crees todo lo que te dicen porque te caen bien, suelen ser agradables y porque piensas que así conseguirás información privilegiada y porque en esta relación perversa entre la prensa y el poder siempre la propuesta es tentadora. Es una toxina, un golpe de algún alucinógeno. Una manera de sentir que se te inyecta poder en las venas.
Caes en su juego: vas a la comida, cena o desayuno.
—¡Mi hermano! —te saluda el operador frente a su jefe y te da un fuerte abrazo.
Una vez que comienza la charla, hablas de todo lo que tiene que ver con la política local, nacional, bromean, ríes. Por lo regular admite que critiques al gobernador porque estás siendo honesto. Admite que se ha equivocado, frente a ti. Y asiente muy serio, se ve hasta comprensivo.
Más adelante, el “operador” te dice: “a ver si le haces una entrevista aquí a nuestro amigo. No queremos portada, pero échale una flor en la columna”.
El funcionario, político, empleado, pone la típica cara de “modestia aparte”.
Y al final de la charla, se intercambiaron teléfonos, se dan un abrazo.
El “operador” se queda platicando un largo rato. Al otro día, te busca y te dice: “le caíste rebien, y de lo que hablamos ya lo estamos operando”.
Como uno es novato, le hace uno la entrevista, escribe uno la tan ansiada columna y al final no ocurre absolutamente nada. La información privilegiada simplemente no llegó y dejaste de existir en su radar.
Lograron el objetivo: “operaron”.
Y un día, por azares del destino, llega información contra el susodicho con el que se desayunó, comió o cenó y simplemente se publica.
Aparece nuevamente el “operador”.
—¡Broooo! — últimamente es la frase favorita de los “operadores” —mi broo, ¿qué pasó? ¡Te tratamos mal, bro?
—No ¿Por?
—El amigo está preocupado.
—¿Y?
—Es que si sigues así no te voy a poder ayudar. Además, es el favorito. Es quien es el elegido. Él va a ser. Tú dices si te quieres subir en el tren o te quedas con el boleto en la mano. Tú dices.
—Pues que quedo con el boleto en la mano, no te preocupes. Que quede claro que no es personal. Hago mi trabajo.
—Te invito a comer y ahí lo vemos, ¿no? Pero mientras ya no le escribas nada. Aguanta, ya estamos viendo los temas. Es que hemos estado en chinga y no nos ha dado tiempo de nada.
Se realiza una nueva reunión. El operador dice: “mira es que debes mirar a futuro, bro”.
Terminando la reunión ocurre exactamente lo mismo: nada.
Al paso del tiempo, uno se entera que el “operador” cobró un dinero por ti y jamás te enteraste. Si era el jefe de prensa de alguna dependencia, de pronto, aparecen en los viáticos facturas de arriba de 30 mil pesos por haber comido en una fonda o en un VIPS.
El “operador” también puede ser otro reportero, columnista, o director de algún medio de comunicación; no duden que sea un tuitero que se haga el muy crítico en las redes sociales o chistositos. Por lo regular usan un seudónimo. Esos personajes siempre se “ofrecen” para “operar el tema”.
“Yo te lo arreglo”, te dicen.
Esos “operadores”, siempre le dicen a su jefe: “No se preocupe mi líder, yo los controlo”. Sueltan una sonrisita y hasta un silbidito acompañado de un guiño de ojo. También lo hacen personajes que quieren restarle poder al jefe de prensa porque quieren su chamba o simplemente porque les encanta ponerle el pie a otro. Incluso, cuando se sientan contigo, te dicen: “pero esto lo vemos entre nosotros no le digas a… esto es de amigos, mi bro.”
Es parte de esta cultura política: el negociador, el operador, el que dice controla a la prensa. El que saca la botella de Bacardí en la mesa. Nunca sabemos bien a bien qué dice el funcionario o candidato cuando es atacado. No sabemos qué ofrece el que se encarga de “arreglar el tema”, lo que sí sabemos, es que siempre hay alguien que sale ganando en este tipo de negociaciones y la mayoría de las veces no es el periodista.
Ahora que ya empezaron a sonar los tambores de guerra por el 2024, revivirá el “operador”. Siempre, eso sí, nos van a tratar de sorprender. Siempre con una promesa, una carcajada, un guiño de ojo y el saludo de “nuestro amigo”.
Ha empezado la temporada de patos y ya empiezan a sonar los teléfonos:
—¡Broooo! El amigo quiere sentarse a platicar contigo.