Todos los periodistas necesitan un enemigo, un adversario, un algo o alguien a quien criticar.
El día que ese personaje que trabaja en la prensa y se dé cuenta que todo está bien, que es un día soleado, que no hay que pagar deudas, que el gobierno es justo, que se aplica correctamente la justicia, que los abogados no transan ni crean nudos para desatarlos, que los médicos de los hospitales no ven cualquier oportunidad para meter el bisturí; que el combiero respeta las señales de tránsito y que se legalizó la marihuana (mariguanizar la legaliguana), ese día.
Ese día se acabó el segundo más antiguo del mundo: ser un chismoso ilustrado.
Hay que construir al enemigo, a uno, un tema el que sea. A veces cuando ve uno una portada de un diario sin conflictos, con puras obviedades, con hechos muy concretos y demasiado, emmh… sin chiste, uno se pregunta ¿cómo le hacen los editores? ¿Qué sienten cuando cabecean una nota emmh, cómo decirlo sin ofender… pues así sencilla, gris, anodina?
¿Cómo le hacen los que conducen noticiarios radiofónicos o televisivos y solo leen y no opinan? Un mismo tono de voz para toda la vida, lo mismo cuando leen una nota sobre 10 muertos que cuando en algún centro comercial prenden el arbolito de Navidad.
Construir al enemigo porque la prensa debe denunciar, cuestionar, relatar, poner en contexto; al menos se sorprende por algo, al menos algo indigna, ¿qué será ese día que todo sea exactamente igual que un día anterior, que el día que sigue?, ¿qué será cuando vivamos en un mundo feliz lleno de Inteligencia Artificial?
¿Qué en las calles se la pasen cantando Pandora en Navidad? ¿Cuándo sea como un programa de televisa a las nueve de la mañana en donde todo es bonito? Y siguen los consejos de un conductor que para todo dice que hay que echarle ganas a la vida.
Ese día, se acabará el segundo oficio más antiguo del mundo que es informar.
Para los dictadores, para los sátrapas, para los déspotas, para los hijos de puta, el escenario ideal es que todo sea felicidad, que sea uniforme, que todo brille y todo gracias al poderoso en turno. Una prensa uniforme, sin chiste, sin dislates, afinada, armoniosa, que cante al unísono I wanna wish you a Merry Christmas y remate con la del Burrito Sabanero.
Recuerdo a un empresario, de una tierra de cuyo nombre no quiero acordarme, que dijo cuando compró la marca de un periódico, que tampoco quiero acordarme: “nosotros vamos a hacer un periodismo positivo”.
Es decir, clausuró el deleite de vivir en la inconformidad, de cuestionarse a uno mismo, de reventar al sistema mismo, de reventar las creencias familiares y religiosas. No se dio el gusto de construir al enemigo, de matar al padre, de mirarse al espejo en la mañana y verse tal cual es, a sabiendas que vivir en la inadaptación es vivir en la soledad.
Ahora que viene la elección más grande de Puebla, habrá quien nade de muertito (el quintacolumnista, dixit), habrá quien vaya por un kilo de huevos al OXXO más cercano y asuma su papel.
No se puede vivir en medio, en el lado más cómodo de la historia, sería estar como un muerto en vida.
Tibios, ni los huevos. Bueno eso sí, pero deben ser aderezados, condimentados, así que ni tan tibios.
Y ya con esta me despido, hagamos una tregua navideña.
Nos leemos hasta enero, camaradas.
Felices fiestas y vámonos que nos espera el pavo de doble pechuga.