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sábado, noviembre 23, 2024

El poder de la locura y la caída del depredador Andrés Roemer

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Andrés Roemer Slomianski es un hombre que lo tuvo todo, bajo los estándares del éxito neoliberal: dinero, poder, fama e, incluso, inmunidad diplomática.  

Fue tan influyente y poderoso, que cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto lo designó embajador ante la Unesco, se mudó a París a una casa ostentosa, renta que debía absorber el gobierno mexicano y le costaba a nuestro país más de 300 mil pesos al mes. Aunado a ello, pidió que en su mudanza marítima le fuera traído su glamuroso piano y su lujoso Mercedes Benz.  

La Ciudad de las Ideas era su gran plataforma; desde ahí, con el cobijo de Ricardo Salinas Pliego, construía relaciones y complicidades políticas y económicas, mismas que eran financiadas a través de la vía gubernamental, por el presunto impacto positivo en el nutrimiento social y de pensamiento.  

Así era el poderoso Andrés Roemer o, al menos, así lo fue hasta momentos recientes. 

Andrés Roemer es un auténtico depredador. Se autopercibe en sus riquezas económicas y múltiples relacionamientos como un hombre invencible, de actuar ilimitado. No tiene freno más allá de la posibilidad del tiempo.  

Andrés Roemer se sentía omnipotente, tanto que asumía sus decisiones y anhelos como si fueran los anhelos de sus presas.  

¿Quién no quisiera estar con Andrés Roemer? 

Por tanto, su metodología estaba ya perfeccionada: Invitaba a la mujer en cuestión a una reunión de trabajo, en la que le propondría algún espacio para desempeñarse en el ámbito comunicacional, (dentro de TV Azteca), o cultural (en la Ciudad de las Ideas). Citaba a la mujer del momento en un restaurante, para eventualmente cambiar el lugar y se diera la reunión en la casa de Roemer. 

La descripción anterior la han exhibido a través de denuncias judiciales al menos 60 personas; replican en sus testimonios, la forma de asecho que tuvo Andrés Roemer en cada uno de sus casos. Una estrategia que le resultaba sumamente efectiva, puesto que logró hacerlo decenas de veces sin haber sido acreedor a sanción alguna… hasta ahora.  

Imaginemos el terror de cada una de las víctimas. 

La impotencia de ser ultrajadas por un hombre sumamente poderoso, en su terreno, tanto material como psicológico.  

Hacía Roemer la oferta de plata o plomo. 

Silencio pagado o la furia del desdén de la infraestructura comunicacional de su gran hermano Ricardo Salinas Pliego, como Roemer lo llama. 

Se activó la respuesta. Uno, dos, diez, cuarenta, sesenta testimonios. Todos detallaban una actitud casi única; parecía que Roemer estuviera aplicando un manual de tormento sexual y de abuso ante el miedo.  

La múltiple escena que mínimamente se habrá repetido sesenta veces en su casa era impredecible.  

De un momento a otro, Roemer aparecía en bata, sin ropa interior, o totalmente desnudo; sólo acompañado de un par de calcetines de seda fina.  

Ahí iniciaba la violencia. Y ahí inicio la propia sentencia de Roemer. 

Dos años después de al menos sesenta denuncias de hechos de acoso o violación, ocurridos entre el año 2002 y 2020, Roemer será extraditado desde Israel hacia nuestro país. 

Cuando iniciaron las declaraciones en contra de Roemer, Salinas Pliego afirmó que eran chantajes y acusaciones sin fundamento. 

Ahora, que Roemer tendrá que enfrentarse a la justicia mexicana, ¿Qué dirá el tío Richie? 

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