El pasado 1 de junio, el mundo farandulero se detuvo; por fin se dio a conocer el veredicto del jurado derivado del juicio de Johnny Depp contra Amber Heard, y aunque la evidencia fue contundente, los ánimos en las redes sociales se calentaron.
En una guerra mediática, todo movimiento social en favor de las mujeres perdió por los excesos de una asociación, de la falta de reglas claras y de una gran campaña mediática sin precedentes.
Las revueltas de muchas alas del feminismo comentaron que se había concretado una vez más el pacto patriarcal donde el poder fáctico beneficia a los hombres, entre muchas otras cosas como el hecho de que, al perder Amber Heard, pierden todas las mujeres del mundo. Aclaro en este juicio sólo perdió Heard, en la lucha contra la violencia, perdió la humanidad.
Otros, por el contrario, defendieron a capa y espada a Deep, además de pasar a darle tremendo roce al movimiento me too. Aclaro que estoy contenta con el veredicto, porque sin duda la vida del actor debía devolverse, al menos en su imagen y en su privacidad.
Este movimiento, que surgió de una indignación generalizada en el mundo, donde la víctima tenía que comprobar que fue atacada o acosada y demostrar la culpabilidad del victimario, además de demostrar su calidad moral, peleaba justo contra esto, se ponía del lado de las víctimas, y buscaba creer en las mujeres y las víctimas aún si no hubiera prueba del abuso, del acoso y de la agresión.
Me too y la ACLU (Unión Estadounidense por las Libertades Civiles) apostaron no sólo por creer a Amber Heard, sino por crear una campaña de apoyo para ella, además de promoverla como una sobreviviente de la violencia doméstica. Grave es la situación porque queda la duda si la ACLU la invitó a mentir o Heard de plano los envolvió. La situación es grave porque va más allá de un asunto civil con millones de dólares de por medio.
Qué pasará con el me too o con la ACLU cuando quieran promover casos de alto impacto como el de Heard, publicaciones como “la violencia no tiene género” son trending topic en las redes sociales. Seguimos en el bucle del eterno retorno de demostrar que hay un victimario y las mujeres son violentadas; en efecto, yo también creo que la violencia no tiene género, pero los excesos del me too, ya llegaron a un extremo que provocó un suicidio. Profesores, periodistas y médicos son acosados muchas veces injustamente simplemente porque una mujer se volvió su enemiga.
Este tipo de situaciones nos regresan décadas de lucha de las mujeres y el verdadero reto está en buscar un equilibrio de que verdad ponga en valor la vida de las personas, que esté del lado de las víctimas, pero también que las víctimas no se vuelvan victimarias o simplemente el movimiento me too no se vuelva una cacería de brujas a manos del Santo Oficio, simplemente no queremos más un Salem.