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jueves, noviembre 21, 2024

Política Real

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La defensa de los intereses personales o de grupo nos recuerdan que la política es una actividad humana. Por eso, utiliza, pervierte y reacomoda todas las ventajas o desventajas de la calidad humana. 

La política no eleva a los altares a ninguno de los que en ella intervienen, porque políticos y ciudadanos no buscan hacerse santos. Aquí no se habla ni de virtud privada ni de vicio público. 

Por eso, nada nos debe extrañar en el ejercicio de la política. Llama la atención, a veces, la audacia y el cinismo, pero también son atributos humanos y la política no requiere castidades, inocencias o ingenuidades. 

Así que, si usted los ve enojarse no se preocupe, mañana los verá abrazados y contentos. El fin, dirían los falsos intérpretes del clásico, justifica los medios. 

Por eso se afirma que la política es diálogo y debate, acuerdo o pacto, alianza o complicidad.  

El orden de las importancias lo dan las capacidades reales. La vida política no depende de los discursos, se construye con hechos que se logran sumando adeptos, sean transitorios, no interesa, lo importante es que respalden. 

Luego de conocer los resultados de las encuestas, verdad o no, de saber las decisiones de Morena, éstas sí fueron verdad, más allá de las encuestas, lo que toda organización política inteligente debe haceres el reagrupamiento, los pactos, las alianzas, los complicados. 

Ni el vencedor tiene toda la fuerza real para ganar ni el perdedor deja de tener fuerza para echarle a perder su fiesta. 

El punto es, con quién pactar. Porque no todos los que se presumen realmente importantes lo son para ello. 

Marcelo Ebrard dijo que ya negoció con Claudia Sheinbaum, se aseguró quedara claro que no quiso negociar con Mario Delgado, pero se guardó una pequeña omisión al no decir que ya negoció con el solitario de Palacio Nacional. Negociar con él no es fácil, solo lo hacen, quienes han compartido con él las rudezas y frialdades de la maldad que los sometieron durante muchos años y retrasaron su arribo al poder. 

Hoy nada se mueve sin la fuerza de quien en ese legendario edificio encuentra sabiduría en los secretos que guarda, de quienes merecieron, temporalmente, los laureles del reconocimiento. 

El bastón de mando solo es un símbolo. 

Y Ebrard, por si le preocupara a usted saberlo, se queda en Morena.  Pero también se queda porque no tiene, ni hay a donde mejor pueda ir. Quien manda, decidió que su segunda opción de trabajo, se diera a un joven que ofrece más, porque en la época actual, los electores se dejan seducir mejor por la informalidad, el chiste, y los compromisos light. 

Ya los perfiles bien construidos, con ideas sólidas y valores, son un menú que no emociona. De ahí la aportación de Ebrard a la construcción de un partido de izquierda diferente, inteligente, que no siga los pasos del anterior partido hegemónico de este país, que, dicho sea de paso, va para allá. 

Lo más importante del “acuerdo de entendimiento” que sostuvo Ebrard con Claudia no se refiere a su destino personal.  Ebrard lo encamina para impedir que Morena se mimetice como un partido de estado. Que sea una izquierda contemporánea, que se abra a toda la sociedad y que incluya a las clases medias.  Fuerza y razón, también del crecimiento y desarrollo de una nación eficiente. 

Esta es la verdadera ganancia para Morena del pacto de Ebrard con Sheinbaum y es congruente con la intención del segundo piso para la Cuarta Transformación.   

Esa sería la dignidad de su berrinche y el costo de quienes no le atendieron sus reclamos.  

En lo interno, Ebrard recuerda el valor de la unidad, al recategorizar la importancia del “segundo lugar”.  Un segundo lugar, siempre será indispensable para cualquier victoria, en cualquier sentido de competencia. Ninguno debe olvidarlo. 

Y Ebrard lo recategorizó, lo revaloró para todos los segundos lugares de la misma competencia en las elecciones primarias de su partido.  Alguien podría decir que esa no fue su intención, que el segundo lugar siempre será el segundo lugar. Cierto, pero sin segundo, no habría primero, es un orden de educación primaria, pero real. 

Ebrard también, hay que decirlo, da el siguiente paso en su carrera política. Como los futbolistas, irá ahora, a ser director técnico, con toda la sabiduría que hacer política permite.  Porque, la política real, dicen en el Vaticano, es mater et magistra. 

Lo que acordó Ebrard admite más lecturas y merece comprensión y aprendizaje.  Morena tiene razón, no debería encaminarse a ser el nuevo PRI y, para muchos, va que vuela para ello. 

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