A muchos les urge, les desespera, saber quiénes serán los otros cuatro que serán encuestados. A muchos, al Comité Nacional de Morena, no le urge.
Había dicho Mario Delgado que el fin de semana pasado daría a conocer los nombres de los otros cuatro afortunados para competir por el cargo que dará la nominación a candidato a gobernador.
Había dicho también que tanto Nacho Mier como Alejandro Armenta estarían en la encuesta oficial. Nacho ya está porque fue propuesto por el Consejo Estatal de Morena. Alejandro aún no lo está.
Por muchos lados, los aspirantes, los que ya lo son oficialmente y los que aún están en lista de espera, inundan de publicidad cara. Todos están nerviosos porque no saben contra quienes, en realidad, competirán.
Una guerra de encuestas, algunas de dudosa autoría y verdad, pretenden atrapar a los hipócritas electores, para que digan, en la encuesta, quién deberá ser el candidato de Morena.
Están prostituyendo las encuestas, utilizándolas como vía de publicidad. Si el humilde y honesto hipócrita elector les creyera a sus contenidos, a estas fechas, ya estaría loco. En las encuestas, cada uno por su lado, ya ganaron.
Entonces para qué la encuesta. Un volado sería más democrático para destrabar este enjambre de mentiras y malas intenciones.
Todos han ganado las encuestas y, al ser todos, nulifican también la posible verdad que alguna pudiera ofrecer. Los únicos felices son los despachos que las realizan, vendiendo sus encuestas y sus resultados en un menú de restaurant, donde el que paga, gana y dice quién pierde.
No se dan cuenta de que los hipócritas electores ya estamos hartos de ver su publicidad, de enterarnos de que todos ya ganaron, y que ninguno ha ofrecido algo digno de ser votado.
Casi todos los aspirantes no ofrecen soluciones a los problemas en los que vivimos, la mayoría nos dicen únicamente que ya ganaron y, es verdad, ellos ya ganaron, los hipócritas electores sólo miramos y no ganamos nada.
La euforia de encuestas, bardas y espectaculares sólo nos convidan a celebrar, festejar que un candidato o candidata ya ganó. Quieren que nos contagiemos de esa alegría, pero ni eso consiguen.
Lástima de precampaña. A Morena y a muchos les habría convencido saber cuáles son sus propuestas de gobierno, en el caso de que, en verdad, participáramos para determinar quién es el elegido.
Pero a los aspirantes sólo les interesa ganar.
Ensayan métodos y se preparan para la guerra contra las decisiones. Forman un bloque de unidad, donde no están todos los aspirantes. ¿Qué unidad es la que nos ofrecen, si está claro que ni los aspirantes se soportan unos a otros?
Pero ésta es la nueva política, que habían dicho, sería muy diferente a la de los que ya se fueron. La verdad es que no se han ido.
En verdad, a Morena y al líder nacional de ese partido y de todo el país le serviría un “volado” para determinar quién gana el pase a la encuesta y otro para saber quién será el candidato.
¿Habría otro método más creíble que el “volado”, más insesgado y de poca perversión? En el “volado” sólo habría dos corruptos: la mano que lo lanza y la moneda, que no debe tener dos caras iguales. El “volado” nos dará definición inmediata a los ojos de todos.
En el otro método, el de la encuesta, hay muchos perversos, poca definición y nula utilidad para los hipócritas electores.
Yo, mientras, utilizaré un “volado” para definir a quién mencionar como favorito en la encuesta, digo, en caso de que, en verdad, haya encuesta.