Antier, algunos dijeron era, el “Día del Hombre”. No puedo evitar cuestionarme la necesidad de instaurar un día dedicado a reconocer la intervención social por género. En una época en que las sociedades modernas parecen caminar hacia la igualdad, la equidad, la colaboración y la integración, ¿realmente tiene sentido separar a las personas por su género en este tipo de celebraciones?
Al principio, me parecía innecesario e incluso algo contradictorio. Pero, tras reflexionar sobre el tema, termino por aceptar la idea de que, si existe un “Día de la Mujer”, quizás no esté tan fuera de lugar un “Día del Hombre”. Sin embargo, antier, por ejemplo, no hubo grandes marchas masculinistas, ni manifestaciones de vandalismo como las que a veces se ven en otras celebraciones. La gran mayoría de los hombres ni siquiera se enteraron de que era su día, y, por supuesto, no hubo aplausos ni festivales en su honor. Quizá esa es la costumbre. Algo similar ocurre con el Día de la Madre y el Día del Padre, momentos que pasan en gran parte desapercibidos en su dimensión colectiva, pero son profundamente significativos en el ámbito familiar.
Ahora bien, ¿qué aportaría a la conciencia colectiva la celebración de un “Día del Hombre”? En mi opinión, un día como este podría abrir la puerta a una reflexión profunda sobre las nuevas condiciones sociales y políticas en las que el hombre debe vivir su masculinidad. No se trata solo de celebrar un género, sino de pensar cómo el hombre debe asumir su identidad en una sociedad que avanza hacia la equidad y la inclusión, reconociendo la diversidad de roles y experiencias.
Hoy más que nunca, los hombres se alejan de los estereotipos tradicionales y buscan maneras más auténticas y saludables de vivir su identidad. Esto implica enfrentar nuevas demandas y responsabilidades: un esposo comprometido con los nuevos paradigmas de paternidad y con una mayor implicación en los quehaceres del hogar. La transición hacia los tiempos modernos demanda que los hombres encuentren espacios para expresarse sin ser juzgados por los viejos paradigmas de la masculinidad, que no siempre ofrecen respuestas satisfactorias ni adecuadas para los retos de hoy.
El empoderamiento de las mujeres, lejos de restar valor a los hombres, debería ser visto como una oportunidad para que ellos también se liberen de las rígidas expectativas que históricamente han definido su rol en la sociedad. En este nuevo contexto, los hombres deben aprender a gestionar sus emociones y sus formas de expresarlas, algo que no solo afecta su salud mental, sino su capacidad para ser mejores padres, parejas y seres humanos en general.
En la actualidad, los hombres están cada vez más involucrados en la crianza de los hijos y en las tareas del hogar. Esto no solo redefine lo que significa ser un hombre en la sociedad moderna, sino que también cuestiona las ideas tradicionales sobre la masculinidad. La participación activa de los hombres en la vida familiar demuestra que la masculinidad no se define únicamente por el trabajo o el éxito profesional, sino por la capacidad de brindar amor, atención y responsabilidad hacia los demás, especialmente hacia la familia.
Este nuevo rol también lleva implícito el reto de abrazar el empoderamiento femenino, no como una amenaza para la masculinidad, sino como un campo de colaboración. Los hombres hoy deben ser aliados de la igualdad de género, luchar contra el machismo y apoyar a las mujeres en su lucha por la equidad, respetando sus voces y derechos. Este tipo de masculinidad, que se construye sobre la solidaridad y el respeto mutuo, busca el bienestar y el progreso social para todos, sin ver la igualdad o la diversidad sexual como una amenaza.
Quizá la lección más importante de este día sea aceptar que no hay una única forma de ser hombre, y que tanto hombres como mujeres deben ser libres de verse más allá de los estereotipos que históricamente los han limitado. El verdadero empoderamiento no reside en la competencia, sino en la posibilidad de ser auténticos, de vivir plenamente, sin miedo al juicio y en un ambiente de respeto mutuo.
Este es un momento único en la historia para repensar lo que significa ser hombre, y, lo más importante, para construir una masculinidad que sea sana, inclusiva y respetuosa con todos los seres humanos. La evolución de las identidades de género es un viaje colectivo, en el que todos tenemos la oportunidad de redefinir nuestras vidas y contribuir a una sociedad más equitativa y humana