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lunes, octubre 27, 2025

La libertad digital: Un espejismo

La libertad digital: Un espejismo

Prometió comunidad, identidad y autonomía. Pero, en lugar de vínculos auténticos, la era digital nos entregó ansiedad, autoexplotación y soledad compartida. Pensamos que las realidades virtuales abrirían una etapa distinta de libertad. Sin embargo, Byung Chul-Han nos regresó a la pregunta esencial: ¿de verdad somos libres en la red?.

Por ese esfuerzo de entender y motivarnos a entender la realidad de la virtualidad y sus efectos en nuestras formas de pensar, actuar y desear, Byung Chul-Han, el filósofo del cansancio, ha recibido el Premio Princesa de Asturias. Me parece inteligente y justo ese reconocimiento.

Vivimos rodeados de pantallas, notificaciones y vínculos instantáneos. Nunca habíamos estado tan comunicados y, sin embargo, nunca habíamos estado tan solos, tan cansados y tan ansiosos. Lo que Han anticipó —el paso de la disciplina a la autoexplotación— dejó de ser teoría: hoy es ambiente cultural.

La conversación digital sustituyó a la plática entre amigos, aquella que servía para aprender, comprender y reconstruir. El cambio prometía comunidad, pero derivó en lo contrario: soledad, ansiedad, violencia y odio amplificados por lo viral.

La gran trampa de nuestro tiempo es creer que elegimos libremente, cuando en realidad obedecemos dinámicas invisibles: producir, mostrarnos, opinar, reaccionar, “estar al día”. El poder ya no reprime; motiva. No ordena; empuja. Y nosotros, convencidos de ser autónomos, terminamos autoexplotándonos. La productividad se volvió identidad. El agotamiento, medalla. La hiperconexión, deber moral.

Las redes prometieron comunidad, pero nos entregaron audiencia. Conversamos más, escuchamos poco y comprendemos menos. La vida se volvió escaparate, y la identidad dejó de ser relato: hoy es estadística: Seguidores, alcance, vistas, likes. Existimos en la medida en que otros nos miran.

Tampoco la esfera pública escapó a esta lógica. La política se volvió espectáculo, la indignación un deporte y la polarización un negocio. En la infocracia, lo central ya no es la verdad, sino la atención. El debate se redujo a gritos y bandos. El algoritmo no busca ciudadanía: busca engagement, (atraparnos).

Pero la herida más profunda está adentro. Somos la primera generación que se explota a sí misma creyendo que se realiza. Trabajamos más, publicamos más, reaccionamos más… y descansamos menos. Tememos desaparecer de la pantalla, no por vivir menos, sino por importar menos.

Aun así, queda una ventana. Si el control es emocional y de atención, la resistencia debe comenzar ahí: en la pausa, el silencio, la conversación sin pantalla, la amistad fraterna, la recuperación del tiempo propio. No se trata de huir de la tecnología, sino de recuperar la soberanía sobre nuestra atención, nuestro afecto y nuestro ritmo.

Qué duro es el juicio de Byung Chul-Han, sin embargo podría darnos más: pasar de la explicación a la búsqueda de soluciones.

¿No le gustaría, retomar el viejo ejercicio de pensar por si mismo, de hacer su vida entre la paciencia y la audacia de sus decisiones “propias”? .

La vida no necesita audiencia para tener sentido. La verdadera libertad del siglo XXI no será la de publicarlo todo, sino la de elegir a qué entregamos nuestra presencia.

 

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