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domingo, abril 28, 2024

Inteligencia

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La decisión es inteligente. Un año completo de campaña, llámese como se llame, consolidará el de por sí evidente triunfo de Morena el primer domingo de junio del próximo año. 

Se digan, se ataquen, cada uno de los aspirantes a Coordinador Nacional de la Defensa de la Cuarta Transformación, no equivocarán la misión: ratificar en los electores nacionales, morenistas, o no, su decisión de respaldar en todas las boletas a Morena, vía su coalición con PT y Verde Ecologista. Ahí está la verdad y el objetivo de todo este ejercicio que comenzó hace meses. 

Ningún otro partido o coalición podrá hacerlo; primero, porque no lo pensaron así; segundo porque no tienen candidatos competitivos y tercero porque no tienen suficientes militantes. 

En esa cruda realidad están los partidos de segunda y tercera fuerza. Lo que se sabe, lo que se oye y lo que comprueba es que no podrán adelantar ninguna estrategia o acción similar a la de Morena. 

La coalición del PAN, PRI y PRD, que debería ser la otra opción, no trabajó durante el periodo. No se realizó como fuerzas de oposición porque, salvo contados casos, siempre buscó por diferentes medios congraciarse con quien ahora gobierna el país, ni siquiera trabajó al interior de sus organizaciones políticas. 

El problema principal en esta coalición será definir al candidato presidencial. Los problemas a vencer reflejan una complejidad de la cuál será difícil salir o dejar contentos a los tres partidos. 

Si se respetan los resultados electorales de la última contienda, el PAN tendría el derecho de proponer al abanderado de su coalición, pero el PRI también puede reclamar la misma posibilidad; el PRD tiene, entre otros graves problemas, el de rehacer sus estructuras en al menos 17 estados donde ya no tiene registro oficial lo cual, de entrada, le impide la posibilidad de siquiera sugerir y menos exigir que el candidato de la coalición surja de los poco que le queda de militancia. 

Entre los que pudieran recibir esa distinción, por parte del PAN ninguno tendría un arrastre electoral similar al menos poderoso de los seis de los de la coalición ahora gobernante. Lo mismo sucede entre los y las priistas. 

Quizá por eso busquen en la llamada sociedad civil una posibilidad diferente. Empresarios o exfuncionarios que tienen reputación personal o profesional que les permita ser atractivos a los electores. 

Por eso, ha comenzado a circular, por ahora, solo en rumores, la posibilidad de uno de los mexicanos más destacados en el mundo de la economía y las finanzas, nacionales e internacionales, que además ha sido funcionario federal muy destacado. 

José Ángel Gurría tendría el perfil para poder recibir la confianza de los electores que los hay, que no simpatizan con los ahora gobernantes. 

Aunque estos grupos sean minoritarios reflejan un punto de vista alternativo proveniente de algunos sectores de la clase media y de inversionistas. De entrada, estaría difícil que alcanzaran el potencial de los amplios sectores del pueblo bueno. 

José Ángel Gurría no milita en ningún partido, aunque ha trabajado en gobiernos priistas. Su principal función, durante más de 14 años, la realizó en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo mundial establecido por los países más ricos y los países emergentes en los que radican las economías más importantes del mundo. Una especie de ONU, pero con dinero, programas y proyectos de ayuda a todos los países miembros, y con el respaldo de los gobiernos más poderosos del globo terráqueo, entre los cuales está México. 

Su trayectoria es impecable y su perfil personal sería difícilmente competido por los que ahora suenan, entre ellos las seis corcholatas presidenciales. 

Sin embargo, sería descalificado por ya saben quién, por ser fifí, neoliberal y conservador, le añadiría quien manda en este pueblo, que ha servido a los intereses de la oligarquía financiera y de los empresarios, que en su óptica son los que han disfrutado de los privilegios de la economía mexicana en detrimento de los trabajadores. 

Y por representar, al menos en el imaginario colectivo, una mínima posibilidad de daño en la estrategia ganadora que quien gobierna ha diseñado para que nada ni nadie pueda impedirlo, sería un blanco perfecto para demostrar que hay que defender la Transformación porque los enemigos no se han ido y pretenden volver a sus andadas. 

Y solo por eso lo más probable es que Gurría no aceptaría. 

Todo está pensado minuciosamente y quien acepte abanderar a la oposición tendría que cuidar mucho que los ataques serán también minuciosamente construidos. Y pues calcular el riesgo que conlleva perder la elección y sufrir el mayor de los escarnios políticos.  Así no está fácil. 

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