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domingo, abril 28, 2024

Impotencia y desesperación

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La alianza electoral, opositora a la alianza que hoy gobierna México, se enfrenta al inevitable caos de la decisión colegiada que, aunque no se crea, se da entre los partidos que la integran porque no son pares.   

La desigualdad en su capacidad electoral, medida a través de los resultados electorales, se abre paso para hacerla valer en la decisión de quién será su candidato. 

La inteligencia coyuntural siempre será difícil. Refleja los niveles individuales de la desesperación de cada uno de los partidos políticos aliancistas por incrementar su porcentaje de votos para aumentar los puestos a ganar; y de dos, PRI y PRD, por asegurar su permanencia en el sistema político electoral mexicano. 

Es cierto que esto depende del acuerdo pactado para integrar la alianza opositora que se identifica como “Frente Amplio por México”. Los tres partidos dependen de cómo se distribuirán o transferirán los votos obtenidos.  

La ley lo permite y, con ello, los partidos más incapaces de obtener votos por sí solos, podrían beneficiarse. Por eso les interesa esta alianza. A los tres partidos les podría incrementar la votación que por sí solos no han podido ganar desde hace varias elecciones. 

La realidad es esa para todos los partidos políticos. Hoy, ninguno podría ganar una elección presidencial en solitario. Los grandes, por grandes; los partidos pequeños, por pequeños.   

La alianza es, entonces, su fórmula de salvación. 

Pero hay que pactar bien y eso es lo que provoca los enojos o incomodidades, hasta quedar satisfechos en el acuerdo.   

En eso está el PRD que ha establecido su posibilidad de no incorporarse a la alianza del Frente Amplio por México. Sus líderes están enojados porque sus dos aspirantes, Miguel Mancera y Silvano Aureoles, no pasaron a la segunda etapa dentro del proceso electoral, y expresan que eso lastima su imagen y su realidad políticas. 

No deberían los líderes perredistas asumir esa actitud, porque ellos saben bien que si no van en alianza con el PRI y el PAN desaparecen totalmente. Pierden su registro, que ya han perdido en la mitad de los estados que conforman la República Mexicana. 

También saben que no tendrían otra opción de alianza electoral porque Movimiento Ciudadano irá solo, y que en la Alianza de Morena no tendrían cabida, ni por accidente. 

Los chuchos no midieron la catástrofe que Andrés Manuel López Obrador provocaría con su salida del PRD. El PRI, tampoco. A los dos afectó porque migraron miles de sus militantes hacia ésa que, en su tiempo, calificaron de loca aventura y que no pensaron llegaría a ser el movimiento más importante y definitorio de México. Morena se nutre de muchos expriistas y experredistas, muchos “hartismos”, como dirían en mi pueblo. Ahora sufren las consecuencias de ese parto de enojo al que no midieron, en su momento, al que despreciaron y minimizaron. 

Pero PRI y PRD sufren más las consecuencias de su ineficiencia para lograr una vida orgánica y, por su intervención, tímida y cómplice, con quién manda. 

Eso les pasa por su indiferencia, indolencia, apatía o incapacidad para asumir la calidad de opositores, que el mismo voto popular les confirió en las urnas. 

Eso les pasa por no actuar diariamente, atendiendo las necesidades de sus militantes y por no entender la naturaleza actual de una militancia, que ya no es fiel, ni permanente. 

Olvidan que el mercado electoral que ahora vivimos lo primero que hace es establecer una calidad aleatoria, convenenciera de los electores, que, en estos días, se definen apartidistas.   

No tendrían por qué sufrir impotencia y desesperación, pero la mayoría de los días de cada año se dedican más a la cultura de la idolatría en la representación popular, que en alentar un debate crítico, iracundo, en el debate público y en la defensa de los intereses de los pocos militantes que aún les queda. 

Descuidan el viejo e insustituible principio que deberían recordar todos los días porque un partido político vale por la cantidad de militantes y ahora, sobre todo, de simpatizantes porque las decisiones electorales las toman lo que no son militantes permanentes. 

Cada uno de los aliancistas en el Frente Amplio por México sabe bien lo que tiene y lo que podría llegar a tener, si van solos.  Todos, empezando por el PAN, ahora el aliancista mayor. Ironías de la irresponsabilidad y la flojera de todos. 

Por eso, no se preocupe, PRD, PRI y PAN irán juntos; no les queda de otra a pesar de no ser pares, los iguala la realidad de su precaria situación. Todos, sin embargo, ganarán mucho, mucho más que si van solos. 

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