La igualdad de oportunidades y la equidad entre hombres y mujeres para integrar el gobierno y la representación popular ha sido una lucha larga, pero finalmente exitosa.
En los últimos años, los esfuerzos de las y los electores, las autoridades y los legisladores han consolidado las condiciones para que sea una realidad. Los procesos electorales recientes han ya registrado hechos contundentes y los próximos comicios del 2024 registrarán un incremento real en el número de mujeres, especialmente, en todos los cargos que estarán en la competencia, y es seguro que acreditarán la paridad constitucional de la igualdad sustantiva entre los sexos en los elegidos.
Las decisiones legales son muchas y abarcan todos los posibles escenarios electorales, uno en particular, decidir en qué procesos electorales, federales, estatales y municipales los partidos políticos tendrán que designar mujeres que encabecen los poderes legislativos y municipales.
Esta decisión equivale a la muerte súbita de algunos aspirantes que, por la definición de si es mujer o varón, pudieran salir de inmediato de algunos procesos.
Ni modo, así será. Tendrán que adaptarse a esa realidad emergente que, por supuesto, compromete los resultados esperados.
Los líderes inteligentes lo saben y por ello tendrían ya a estas fechas siempre un par de opciones que integren perspectivas de éxito, no sólo en función de la capacidad de ganar votos, también para cumplir las cuotas de género.
Así que quienes pudieran sentirse posibles vencedores, deberán incluir el género entre sus posibles condiciones adversas.
Además de las razones legales, existen razones históricas y morales.
En el milagro de la vida, en la lucha por mantenernos vivos y en el éxito por vivir mejor está la inteligencia, la firmeza, el valor y la oportuna y pertinente, siempre pertinente, entrega de las mujeres.
No hay historia de éxito, no hay experiencia de vida significativa, útil y plena, sin el aprendizaje de su lucha para que la humanidad lo reconociera.
Ahora, mujeres y hombres somos una unidad que aspira a la igualdad, a la inclusión plena; no obstante, lo logrado, tenemos que perfeccionar y hacerlo más real y duradera.
Éste es el reto en el camino de las decisiones que a todos importan y que dan contenido a la acción política.
Ésta es, también, la mejor oportunidad, si queremos arribar a una sociedad con menos imperfecciones y pendientes significativos.
Por eso, tenemos que continuar la inteligente experiencia de abandonar aquella sociedad que antes condenaba a la mujer a la sumisión y la obediencia.
Las mujeres demostraron el error histórico de la humanidad que tardó muchos años en reconocer el valor real, moral y ético de su contribución al trabajo comunitario.
No podemos desperdiciar esta experiencia.
Reconocemos el liderazgo de las mujeres; estamos moralmente comprometidos y convencidos de la inteligencia política con la que construyen nuevos caminos de unidad y concordia.
Por eso, siempre será tiempo de las mujeres.