Las bardas no votan. Los memes, los tuits y TikTok, sí votan.
En la política antigua, la corrupta -le bautizaron-, se decía que las bardas donde se ponía publicidad electoral no votaban. Su utilidad era para justificar las decisiones superiores y los resultados de la elección.
La verdad es que sí influían ligeramente en los electores pasivos, contemplativos, como los de antes.
Por eso, la pinta de bardas con publicidad electoral ha subsistido a toda la crítica oficial sobre las antiguas y nefastas prácticas electorales heredadas del anciano régimen político, ése que oficialmente ya se fue, pero que en la realidad muchos lo reviven diariamente.
Los acarreos masivos, los mítines multitudinarios, los procedimientos para designar, que no elegir a los candidatos, poco han cambiado. Los liderazgos sucumben a la tentación de demostrar fuerza, arraigo y respaldo con las viejas costumbres.
En estos días parece que un concurso de bardas definirá quién gane la decisión superior: quien pinte más bardas se convertirá en candidato a Presidente de la República en estas elecciones, adelantadas por Morena y sus mini aliados.
El país está retelleno de bardas electorales de al menos tres de las “corcholatas” presidenciales de Morena. Esto confirma que las bardas sí cumplirán la misma misión que en la política antigua. Justificarán la decisión, basada en una encuesta, que pocos, muy pocos, manejarán y que solo uno, solo uno, interpretará sus resultados.
Poco se puede innovar en estos procedimientos electorales.
Lo que sí se ha innovado, y de manera significativa y riesgosa para quien tomará las decisiones de quienes serán candidatos, son las conductas de los electores; ahora muchos son activos y protagónicos, aunque, no se espante, muchos todavía siguen siendo pasivos como los de antes.
El ejercicio de una libertad desenfrenada en las redes sociales pone en jaque lo planeado.
Porque a diferencia de las bardas que mandan a pintar, en este caso tres personas, los memes, los tuits, los TikTok, los WhatsApp, los Telegram… sí influyen más porque, detrás de cada uno, hay un elector enojado contra el régimen o, al menos, travieso, perverso o juguetón.
Por eso la respuesta son los bots, esos expertos en manejar cantidades enormes de nombres y sitios falsos en las redes, pero que intervienen para redireccionar el debate virtual hacia donde se han trasladado una buena parte de las responsabilidades para votar.
Estos electores que han escogido los mensajes informales, irreverentes y chistosos para enfrentar la rigidez de un solo mando en el proceso electoral, sí están modificando conductas, influencias y resultados.
¿Cuándo se había imaginado que un influencer fuera más importante y eficiente en el universo de información que influye en las conductas políticas y electorales de los mexicanos? ¿Cómo revertir o nulificar el impacto en los tradicionales liderazgos de opinión, que sufren ruborizados, el embate de los memes, los TikTok, los tuits?
Pues ahí están, aunque se pretendan, no ver y no oír, como algún político quisiera.
Es de risa entender esta verdad para los atolondrados electores que viven super conectados a las redes sociales.
Pero no se preocupe, no todos los están.
La mayoría del “pueblo bueno”, que sí votan, no están conectados a las redes sociales y no les quedará otra que dejarse influir por las bardas; tan cierto es que, ahora, viven entre bardas electorales. Para referir su dirección dicen: calle Victoria número 134, entre calle “Claudia la AMLO” y calle “Ahora es Adán Augusto”, contra esquina de la calle “Ebrard se compromete a defender el empleo”.
Yo ya entendí, quien pinte más bardas ganará la decisión de “ya saben quién”.
Por favor no las borre, no las manche, no ponga mensajes óbrenos, por lo menos hasta el 6 de septiembre, cuando el que manda termine de contarlas, para que sepamos quién ganó.