En realidad nunca se ha ido. Vive con nosotros y tal parece que le acomoda y favorece nuestra vida de miedos y descuidos.
Todos deseamos que se vaya, se extinga y nos deje en paz. Pero la necia fatalidad de nuestra naturaleza señala lo contrario.
La Covid, en sus diferentes presentaciones, con sus diversas modalidades de convivir con los humanos reta nuestra debilidad envuelta en una, temporal victoria y un inacabado sometimiento.
La Covid vuelve a ser noticia que debería preocuparnos y romper la embriaguez de nuestro deseo porque se cancele o destierre para siempre.
La verdad no se cancela, podemos ocultarla, desdeñarla o reconocerla. Pero nuestra humanidad cierra los ojos, por incapacidad o por soberbia. Podemos manipularla con miles de fines, pero nunca legitimar la utilidad social de esa actitud que no nos muestra todopoderosos.
La quinta ola se abre paso en nuestro país. El número de casos registrados en las últimas semanas indica que los pacientes contagiados crecen rápidamente, aun cuando la ciencia, la experiencia y el manejo nos permiten, es cierto, mayores márgenes de control.
El manejo político de su control y la inteligencia de la disciplina en las medidas recomendadas permiten conocimientos que sugieren permanecer con el cubrebocas en todos los momentos de relación o intercambio con la familia, los vecinos o los compañeros de trabajo. La sana distancia, por lo mismo, debería ser otra norma de conducta pública, que incluso debe integrarse en los catálogos de la ética y la moral; en esa nueva versión de la ciencia, contenida en la Bioética.
Estos signos de nuestra incapacidad o intolerancia a los virus cansa, es cierto, pero no duelen ni comprometen, igual que duelen o comprometen los síntomas de esa viralidad, que no porque haya bajado su carga emocional negativa, porque vemos que las muertes disminuyen, nos aseguran que estamos a salvo.
Y aún con ello, muchos mexicanos no se vacunan y otros siguen considerando a la Covid como un invento de gobiernos extranjeros que quieren manipular, más, mucho más, nuestras conductas y lealtades. Descuido o perversidad de los científicos que se la viven inventando cómo disminuir el número de ciudadanos de la tierra, para que los escasos recursos aún disponibles nos alcancen para más.
Las noticias vuelan, su contenido infausto dice que los contagios de coronavirus en México siguen su tendencia al alza. En las últimas dos semanas, en el país se registraron casi 15 mil nuevos casos confirmados, con una medida diaria de más de 2 mil contagios. Varios medios de comunicación se refieren en diferentes versiones de la información de la autoridad federal en salud, que señala que en los estados de Baja California, Hidalgo, Sinaloa, Campeche, Aguascalientes, Yucatán, Nuevo León y la Ciudad de México el crecimiento es sostenido, mientras que en otros, como Estado de México, Oaxaca, Querétaro, Puebla, Nayarit, Veracruz, es menos intenso, pero sigue creciendo el número de pacientes con diferentes estados de la enfermedad provocada por el coronavirus, en sus diferentes versiones.
Al margen de que la autoridad de salud en el país oficialice esta tendencia al crecimiento, a nosotros nos corresponde insistir en cumplir lo que debe ser una responsabilidad comprometida con todos: vacunarse, revacunarse cuantas veces nos sugiera la ciencia, mantener permanentemente el cubrebocas, guardar la sana distancia y lavarnos cada ratito las manos con agua y jabón, además de continuar con el gel sanitizador y recordar a la autoridad que los niños siguen sin ser vacunados, y que urge sean protegidos.
Es difícil entender la convivencia con el virus de Covid, pero aún es más difícil comprender nuestras limitaciones y lo efímero de nuestras oportunidades para mantenernos vivos y completos. Retomemos esa conciencia que estamos arrinconando para desaparecer los fantasmas y continuar luchando como desde el principio; así sea para siempre.