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viernes, noviembre 22, 2024

Ciudadanía digital

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Los tiempos que vivimos son difíciles de entender, explicar y utilizar. Nos obligan a un pragmatismo propio de una sociedad que cambia ininterrumpidamente, que no da tiempo para descifrar sus signos ni construir sus símbolos.  Una sociedad cansada, vacía, en la cual nada nos sorprende, mucho nos confunde y, por eso, nos enoja.

Nos sugiere integrar una nueva calidad de ciudadanía, capaz de acompañarla a la misma velocidad. Nos exige transformarnos en el mismo sentido que la realidad se transforma, para poder transformarla hacia donde lo queremos y lo necesitamos y encontrar un espacio, un nicho de oportunidad, para poder realizar la vida de cada uno.

Nos confirma la necesidad de mantener la confianza en cada uno de que podemos lograrlo. Tenemos que aprender de esa liquidez, diría el científico social, para no ahogarnos en la inercia, en la apatía y la indiferencia.

La realidad es ahora más complicada.  La coexistencia de muchas realidades reales y muchas realidades virtuales, amplían más las dificultades cuando se engloban todas en una sola realidad. Universo y Metaverso integran los Multiversos que para cada uno son oportunidad en la que tenemos que transitar para intentarlo.

Las tecnologías digitales por eso son tan importantes hoy en día. Es prácticamente imposible realizar nuestra existencia social sin utilizar estos dispositivos que, solo al conectarnos con lo que hay, podemos intentar entender y aprender a manipular a nuestro favor, aunque sea un poco solamente.

La conectividad intenta relevar a viejos conceptos de identidad y modifica los parámetros actuales de la solidaridad, la hace más de utilidad que de ayuda e intercambio. Nos aleja de una moral que hace aparecer anticuada y nos define nuevos lineamientos a la Ética.

Es cierto que el enorme volumen de información que produce es útil para la vida productiva. También lo es que, la cantidad y nuestras limitaciones de aprendizaje motivan nuevas estrategias para integrar el conocimiento.

Reproduce en nuevas lecturas, la dualidad y la desigualdad, que de por sí, son viejos pendientes de solución para toda la humanidad. Les inserta nuevos contenidos y las acentúa.

Al reconocerse la importancia de la tecnología digital, se incluye su existencia en el contenido moderno de los derechos humanos al establecer su disposición como una necesidad para la competitividad y el acceso al bienestar.

Nunca nos hubiéramos imaginado hasta donde llegaría la influencia y el poder de estas nuevas tecnologías, en las que, como todos los que saben dicen:  no hay marcha atrás.

Y a la liquidez social actual, agregan, por lo mismo, una inevitable necesidad de ir conociendo, aprendiendo y utilizando la tecnología a la misma velocidad con la que esta misma cambia.

Hoy, no solo se mide la posibilidad de bienestar con tener un aparato inteligente, lo es más, por poseer el modelo más reciente, que al ser cada día más caros dificultan más tenerlos.

Estar conectado a internet es ya más importante que cuidar la relación con los demás.  La inclusión digital, por tanto, es signo de status social, que profundiza la dualidad social y desigualdad económica.

También dificulta o facilita la participación ciudadana en la toma de decisiones colectivas. La democracia como sistema también no ha podido resistir los embates digitales, porque influyen en la información que dispone el elector, dirigen o redirigen la percepción que se tiene de ella y facilitan la expresión, cada día más libre, de los habitantes.

La nueva ciudadanía, se quiera o no, es digital. Influye y mucho en el diseño de todo gobierno contemporáneo y nos atrapó ya en sus redes.  Ni hablar.

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