Cuando el PRI fue expulsado del gobierno federal, se acabaron los ¨tapados¨, una institución política, dictatorial, pero efectiva, que no supieron adaptar para la alternancia de los partidos en el poder central de nuestro país.
El tapado, sería el candidato del partido dominante, en ese entonces, a la Presidencia de la República y la secrecía, de ahí el concepto, obedecía a disponer la circunstancia para que el poder presidencial, unipersonal, se manifestara en toda plenitud, aunque, también, como dijera el presidente Miguel de la Madrid, para que ¨no lo mataran antes de tiempo¨.
Decidir quien será el relevo apropiado, es en estos días, la decisión más difícil, para cualquier presidente, porque, más allá de manifestar su capacidad y poder, tendría que, asegurar le sea, fiel y sumiso, cuando, llegue al poder. Lázaro Cárdenas se estaría riendo.
Y este es el doloroso dilema, el Presidente López Obrador, tiene que empezar a definir los escenarios para poder decidir a gusto, a tiempo y sin presiones de ninguna naturaleza, su relevo, pero, también, confrontarse con sus propias posibilidades y aspiraciones, porque, siempre habrá el riesgo, que la gente le exija se quede otro periodo más. El costo de oportunidad, podría contradecir sus propios genes políticos.
No sería ni el primero ni el último en enfrentar esas tentaciones, muy humanas.
Los anteriores presidentes, contaban con un partido fuerte, organizado, unido y pegado así fuera con engrudo, que le permitía sostener, justificar y asegurar obediencia a su decisión. La pregunta ahora es si Morena, le da al inquilino de Palacio Nacional esa certidumbre.
Se necesitan otros grupos y tiempo. A lo mejor, por eso, a Claudia Sheimbaun, ya le fue permitido buscarlos. La jefa del Gobierno de la Ciudad de México es, hoy, un posible relevo, con permiso y aliento para construir su propio camino. Cuestión de genes, auténticos, no solo en la identidad lopezobradorista, también en los perfiles originales del ADN morenista.
No hay tapado para el 24, está visto. López Obrador quiere imponer nuevos esquemas, pero, también le es difícil olvidar que, con 4t o sin ella, él sigue siendo, el ¨fiel de la balanza¨ y no ha renunciado al privilegio. Pero, en esta 4T, las formas son, especialmente, importantes, porque una transformación nacional para que se consolide, debe, al menos en lo visible, no andar ni caminos andados, ni modelos consumados. La antigüedad y la tenebrosidad de la tradición son incompatibles con las luchas anticorrupción, pero, también, es difícil evadir mitos, fantasías y misterios.
Con todo, no serán ni las encuestas, ni los cuerpos colegiados iluminados los que orienten la decisión para el relevo. Al Presidente, le asiste visión de futuro, pero también, tentación del presente. La decisión próxima, pasa, primero por el doloroso martirio de sacrificarse o, en su caso, ejercer todo el poder que, tiene y seguirá teniendo, para prolongar su estancia. Para la transformación que propone, un sexenio, no es suficiente.
El presidente está, solo, rehén de la soledad del enorme palacio nacional que custodia y que al mismo tiempo le reprime, le confina y le recuerda su promesa de transformar todas las instituciones que permitan, un México diferente.
Está en una lucha en la que, cumple, o se rebela contra su propia determinación de cambiar para seguir siendo él mismo.